El futuro de la Iglesia en Asia y África

Seminaristas de China.
Seminaristas de China.

Me ha impresionado positivamente la noticia de que en Hong Kong habrá más de 2.800 bautismos en la noche de Pascua.  La antigua colonia británica cuenta con unos 580.000 católicos de una población de 7,3 millones. Y me ha alegrado particularmente porque la mayor parte de las informaciones sobre esa isla se refieren a la progresiva represión de Pekín contra la independencia y libertad.

Como sucede de hecho en el continente, los catecúmenos que se incorporarán a la Iglesia provienen de toda la sociedad, sin distinción, pero muchos son profesionales de alto nivel cultural, que buscan sentido para sus vidas. Según la información difundida a través de Asia News, se trata sobre todo de adultos, que culminan un período de preparación de más de un año y medio. Los neófitos no suelen provenir de experiencias religiosas ligadas al budismo, aun dentro del respeto al culto tradicional de los antepasados. Pero no encontraban ahí sentido para sus vidas. Y comenzaron una búsqueda personal que los ha conducido a la fe católica. Unos han sido presentados por amigos o parientes; otros se han acercado a través de Internet: con frecuencia se sentían atraídos por la doctrina en temas como los derechos humanos.

No tengo datos recientes sobre China continental. Las últimas noticias suelen referirse a manifestaciones de represión de la libertad, especialmente subrayadas por quienes dudan de la eficacia de los acuerdos provisionales entre Roma y Pekín del año pasado. Aunque se han difundido también informaciones sobre la positiva aplicación de ese pacto respecto de nombramientos recientes de obispos.

Lo importante es que en estas fechas se incorporan formalmente a la Iglesia católica y a diversas confesiones cristianas miles de personas. Así, como escribí en su día en estas páginas, en la Vigilia de Pascua de 2016 recibieron el bautismo unas veinte mil. El Study Center of Faith de Estados Unidos estimaba en 2012 un promedio anual de cien mil cristianos más.

Esas cifras son alentadoras sobre el futuro del cristianismo en Asia y en el mundo. Una de las autoridades mundiales en este campo, el sociólogo estadounidense Rodney Stark –no católico-, afirma que China continental se convertirá, numéricamente, en la primera nación cristiana del mundo. Las estadísticas oficiales de Pekín sólo incluyen a los fieles de la llamada iglesia patriótica: 16 millones. Para Stark, con datos muy contrastados, vivirían ya en China más de 70 millones de cristianos.

De otra parte, ha cambiado radicalmente la imagen, también cinematográfica, que tenemos en algunos países de Occidente sobre misiones relacionadas con la asistencia –no exenta de heroísmo-, a personas desfavorecidas. En Asia, aparte del peculiar fenómeno de Filipinas, se acercan a Cristo personas con estudios, profesionales diversos, profesores universitarios, gentes de la cultura y la comunicación: en definitiva, ciudadanos que, aun siendo minoría, forman parte de la élite de la nación. A pesar del evidente crecimiento del bienestar económico en China, esas personas comprueban que el comunismo no da respuesta válida a las grandes preguntas humanas sobre el sentido de la vida y de la muerte, del dolor y la felicidad.

Por otra parte, África es un continente cada vez más cristiano. Actualmente, acoge a la cuarta parte de los discípulos de Cristo en el mundo, con 173 millones de católicos. Y, con las previsiones demográficas, según un estudio del Pew research center, en 2060, serán africanos seis de los diez países con más cristianos. Nigeria conservará su actual liderazgo, seguida por Tanzania, Uganda y Kenia. Aunque serán mayoría los católicos en la República del Congo y en Angola.

Lo profetizó el papa Pablo VI en Uganda el año 1969: “África es la nueva patria de Cristo” (Nova Patria Christi Africa). Benedicto XVI la consideró en diversas ocasiones el “continente de la esperanza”, especialmente en el contexto de su viaje a Benín en 2011, donde entregó a los fieles la exhortación apostólica postsinodal Africae Munus. En fin, el papa Francisco no deja de manifestar su dolor ante los riesgos de colonización ideológica que sufren tantos países del Tercer Mundo, contrarios a las tradiciones religiosas de los pueblos africanos. Pero prevalece la esperanza.

 
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