La no fácil coherencia ética de los protagonistas de la vida pública

El Papa Francisco y el arzobispo de Los Ángeles, José H. Gómez.
El Papa Francisco y el arzobispo de Los Ángeles, José H. Gómez.

Este viejo debate, presente en los grandes filósofos griegos, se complica con el cristianismo, que introduce en la historia la separación entre religión y política. La máxima constituyente de dar al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios invita a un equilibrio alejado de dos extremos recurrentes: clericalismo, laicismo. Pero se agudiza la tensión ética, porque no es fácil siempre armonizar en unidad de vida las exigencias de la doble ciudadanía del discípulo de Jesús.

La dificultad explica quizá la abundancia de artículos y comentarios en la prensa estadounidense de los últimos tiempos, antes y después de las elecciones de noviembre. Se acentuó ante la inauguración de la presidencia de Joe Biden, porque no llegaba a la Casa Blanca ningún católico desde el malogrado John F. Kennedy.

Al dar la bienvenida al nuevo inquilino de la Casa Blanca, el presidente de la Conferencia episcopal no ha dejado de remitirse, una vez más, al documento colectivo aprobado en 2016, con el título “Formando conciencias para una ciudadanía fiel: una llamada a la responsabilidad política de los obispos católicos de Estados Unidos”: ofrecía a los fieles y a las personas de buena voluntad criterios que pudieran ayudarles en su reflexión sobre las grandes cuestiones públicas del momento.

El arzobispo de Los Ángeles comparte el llamamiento de Biden a la unidad y la concordia, consciente de su urgencia, porque la pandemia -y el consiguiente aislamiento social- “no ha hecho más que empeorar las intensas y prolongadas divisiones entre nuestros conciudadanos”. Mons. Gómez reza para que Dios ayude a Biden a “curar las heridas causadas por la pandemia, para aliviar nuestras intensas divisiones políticas y culturales, y para unir a la gente con una dedicación renovada a los propósitos fundacionales de Estados Unidos, para ser una nación bajo Dios, comprometida con la libertad y la igualdad para todos”.

No elude la realidad de que una manifestación de esa evidente división se refleja en el derecho a la vida. Conoce los compromisos de Biden en este campo. Y no parece que los obispos vayan a ceder. Tal vez Mons. Gómez piensa en esto al afirmar –dentro del espíritu general de colaborar con el presidente Biden, con su Administración y con el nuevo Congreso- que “habrá áreas en las que estaremos de acuerdo y trabajaremos estrechamente, y áreas en las que tendremos un desacuerdo de principios y una fuerte oposición”.

Preocupan a los prelados estadounidenses el creciente y agresivo laicismo en la cultura y tantas amenazas –no sólo el aborto- a la vida y la dignidad humanas en la sociedad: la eutanasia, la pena de muerte, la política de inmigración, el racismo, la pobreza, la asistencia sanitaria de todos, el cuidado del medio ambiente, la reforma de la justicia penal, el desarrollo económico al servicio de la persona, la solidaridad con los más vulnerables, la carrera de armamentos, la paz internacional. Se trata de prioridades muy de fondo, sobre las que se han pronunciado en diversas ocasiones, pero siempre sin partidismos: “Somos católicos en primer lugar, y sólo buscamos seguir fielmente a Jesucristo y hacer avanzar su visión de la fraternidad y la comunidad humanas”.

Los fieles sí pueden ser partidistas: elegir el mejor procedimiento –no suelen existir soluciones únicas- para llevar adelante en la práctica principios fundamentales, así como la infinidad de cuestiones discutibles. Por eso, la libertad de la persona está en el centro de la doctrina social de la Iglesia. La complejidad de la sociedad contemporánea se resiste a soluciones simplistas o unívocas, aun cuando se compartan políticas familiares favorables al matrimonio y la responsabilidad parental, que sorteen el desaliento de tantos. El problema surge cuando se adoptan posturas como las de Biden que, a juicio del Arzobispo Gómez “se ha comprometido a seguir ciertas políticas que promoverían males morales y amenazan la vida y la dignidad humana, más seriamente en las áreas del aborto, la anticoncepción, el matrimonio y el género”.

En cualquier caso, vale la pena atender la petición de Mons. Gómez para que se siga rezando para que “Dios dé a nuestro nuevo presidente, y a todos nosotros, la gracia de buscar el bien común con toda sinceridad". 

 
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