No cesan las tomas de postura sobre cuestiones familiares

En este debate presinodal sobre el matrimonio y la familia, animado por el deseo de transparencia del papa Francisco, se están reproduciendo quizá actitudes que recuerdan los tiempos del Concilio Vaticano II. Junto con el trabajo serio de tantos de los que participarán en la asamblea de octubre, abundan las tomas de postura en la prensa, en intento de influir desde la opinión pública en las futuras decisiones.

Como suelen tener más difusión los enfoques de ruptura, me parece importante traer a esta columna la noticia de la carta abierta de casi quinientos sacerdotes católicos de Inglaterra y Gales, que instan a los miembros del sínodo a que mantengan la disciplina vigente en materia de recepción de los sacramentos. Se publicó el pasado 24 de marzo en Catholic Herald. Entre los firmantes figuran varios teólogos, como el P. Aidan Nichols, OP; o el P. John Saward, sacerdote anglicano desde 1972, recibido en la Iglesia Católica en 1979, y ordenado luego con dispensa papal del celibato, por estar casado; o el P. Andrew Pinsent, médico y filósofo.

Desean evitar el riesgo de confusionismo, especialmente desde el punto de vista de la atención a los divorciados que se han vuelto a casar. Insisten en la coherencia vivida en la Iglesia por siglos entre doctrina y praxis, de la que –aunque no lo mencionen‑ es buen ejemplo la firmeza pontificia en el siglo XVI ante las pretensiones reales.

Afirman su fidelidad sin fisuras a la doctrina sobre el matrimonio y la sexualidad humana, fundada en la palabra de Dios y enseñada siempre por el Magisterio eclesiástico. Pero, como es lógico, no excluyen la necesidad de seguir acercándose, con la compasión del Señor, hacia los que luchan por responder a las exigencias y desafíos del Evangelio en una sociedad cada vez más secularizada.

Por eso, invocan de modo especial la asistencia del Espíritu Santo para que ilumine las deliberaciones sinodales: "Debemos orar, porque se está librando una batalla. Por fortuna, el Sínodo será capaz de encontrar una respuesta común, con una gran mayoría, que no será una ruptura, sino un desarrollo de la tradición".

El propio papa Francisco recibía a los fieles en la solemnidad de la Anunciación, día de la audiencia general de los miércoles. La planteó como una catequesis especial, una pausa de oración en las etapas que jalonan las reflexiones del Santo Padre sobre la familia.

El misterio de la Encarnación no incluye sólo la concepción en el seno de María por obra del Espíritu Santo, sino también su acogida en una verdadera familia, como algo consustancial a la profunda verdad del Hijo de Dios hecho Hombre. El papa recordó, además, que en muchos países se celebra en esa fecha la Jornada por la Vida: corresponde al día de 1995 en que san Juan Pablo II firmó la encíclica Evangelium vitae, en la que la familia ''ocupa un lugar central, ya que es el seno de la vida humana''.

“La palabra de mi venerado predecesor nos recuerda –continuó Francisco- que la pareja humana fue bendecida por Dios desde el principio para formar una comunidad de amor y de vida, a la que se ha confiado la misión de la procreación. Los esposos cristianos, celebrando el sacramento del matrimonio, se comprometen con esta bendición durante toda la vida y la Iglesia, por su parte, se obliga a cuidar de la nueva familia, tanto en la buena como en la mala suerte: la relación entre la Iglesia y la familia es sagrada e inviolable. La Iglesia, como madre, nunca abandona a la familia, tampoco cuando está humillada, herida o mortificada. Ni siquiera cuando cae en el pecado, o se aleja de la Iglesia; siempre hará todo lo posible para tratar de curarla, para invitarla a la conversión y reconciliarla con el Señor''.

En pocas palabras, se resume algo central de la doctrina cristiana, tan necesitada de ser propuesta en términos alentadores y optimistas, sin quedarse en las dificultades, ni menos aún en la mera patología familiar. Ciertamente, los creyentes, para cumplir esa misión, necesitan acudir asiduamente a la “oración llena de amor por la familia y por la vida. Una oración que sepa regocijarse con los que se alegran y sufrir con los que sufren''. De ahí que el Santo Padre y sus colaboradores desean renovar la oración por el Sínodo de los Obispos sobre la familia y pedir a todos que la recen hasta el próximo octubre, cuando tendrá lugar la asamblea.

 

“Me gustaría que esta oración, al igual que todo el camino sinodal, estuviese animado de la compasión del Buen Pastor por su rebaño, especialmente por las personas y familias que por diversas razones están ‘desamparadas y dispersas como ovejas que no tienen pastor’. Así, sostenida y animada por la gracia de Dios, la Iglesia estará todavía más comprometida y unida, en el testimonio de la verdad del amor de Dios y de su misericordia por las familias del mundo, sin excepción alguna, tanto dentro como fuera del redil”.

Antes de la audiencia se había repartido a los fieles una estampa con la oración a la Sagrada Familia de Nazaret. El papa invitó a todos a repetirla a menudo, y concluyó el acto rezándola juntos. Por si alguien dudaba de la gran fuerza del lobby papal.

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