Rusia defiende la vida por interés demográfico

Se introdujo en 1920, aunque Stalin volvió a declararlo ilegal en 1936, en su intento de compensar la sangría demográfica provocada por él mismo, en los años de "terror", así como las pérdidas derivadas de las grandes guerras y de la contienda civil.

Fue un denominador de los países que malvivían tras el telón de acero, aun sin llegar a la brutal política del hijo único del comunismo chino. Lo confirma un informe recién publicado en Alemania. La reunificación agravó el envejecimiento de la población germana. Porque los datos demográficos y familiares de la antigua República Popular eran más negativos aún que los del Oeste, donde la tasa de fecundidad no aseguraba el relevo generacional, mitigado en buena parte por el saldo migratorio.

Pero Rusia no cuenta con ese aporte externo. Por eso, decrece el número de sus habitantes. Tras la desaparición de la URSS en 1991, la población rusa ha ido bajando constantemente. Entre 1992 y 2008, tuvo un balance negativo de más de 12 millones de personas, aunque lo singular del declive demográfico ruso no es una natalidad muy baja, sino principalmente una mortalidad exagerada. Los datos publicados por Rosstat, la agencia estadística rusa, presentaban en marzo los totales provisionales de habitantes en las distintas regiones y provincias según el censo de 2010: la población asciende a 142,9 millones, un 1,5% menos que en 2002, cuando se hizo el anterior censo (cfr. Aceprensa, 4-4-2011).

A pesar de las medidas gubernamentales, Rusia coincide con Alemania en una tasa de fecundidad baja (1,4 por mujer en 2007), pero la mortalidad es demasiado alta, especialmente entre los varones, y la esperanza de vida se ha reducido a 61,4 años (73 para las mujeres), cuando era de 63,8 en los años 60. En estos datos, propios de países poco desarrollados, influye la crisis, pero, sobre todo, el alcohol, el tabaco y hábitos de alimentación inadecuados.

Según Eurostat, los 27 países de la UE llegaron a 501,26 millones de ciudadanos en 2010. EEUU sigue avanzando, después de superar los 300 millones en 2007 (con ayuda de los hispanos). Rusia intenta frenar su declive, con todo tipo de propuestas y medidas como las del ultranacionalista Vladimir Jirinovski de primar el primer nacimiento e, incluso, autorizar dos matrimonios a los varones.

En esa línea se sitúa el proyecto de ley de Valery Draganov, un diputado de Rusia Unida, el partido mayoritario, para reducir los abortos en Rusia. Lo retiró unas horas después, porque había advertido "un error en el texto del documento". Habían circulado ya rumores de una presión indebida sobre el parlamento, pero el mismo Draganov aseguró que el error tenía sólo un carácter "técnico" y que el proyecto de ley se volverá a presentar pronto. Lo había elaborado junto con diversas organizaciones sociales y con la Iglesia ortodoxa, pero negó que se tratase de una iniciativa de ésta.

En cambio, acaba de salir adelante en la Duma una ley sobre la publicidad, que aplica al aborto normas semejantes a las que actualmente limitan los anuncios de cigarrillos y licores. Al menos, el 10% de la superficie de cualquier espacio publicitario que ofrezca servicios para la interrupción del embarazo, debe estar ocupado por una advertencia sobre sus graves consecuencias, por ejemplo, el riesgo de esterilidad en el futuro y "otros efectos dañinos para la salud de la mujer" (cfr. Avvenire, 19-7-2011).

Como señaló Viktor Zvagelskij, miembro también de Rusia Unida, promotor de las enmiendas, las clínicas hacen publicidad, porque son negocios que ganan mucho dinero. Otro portavoz de Rusia Unida en la Duma, destacó que "en nuestro país, una de cada cinco muertes de mujeres durante el embarazo es resultado de un aborto." La ley está plenamente justificada, en opinión del abogado Alexander Saverskij, presidente de la asociación panrusa para la defensa de los pacientes: "El embarazo no es una enfermedad que exija ser tratada, a expensas del Estado, inmediatamente y sin objeciones."

Esta tesis coincide en parte con una iniciativa impulsada en Suiza para que las mutuas sanitarias dejen de cubrir los costes de los abortos. Según opina el semanario Die Weltwoche: "¿Acaso es 'liberal' cargar a todos con los costes que surgen por la actuación irresponsable de un individuo? No. El embarazo no es una enfermedad que necesite cura. (...) 'Mi vientre es mío', rezaba el eslogan de las defensoras feministas del aborto. Que debería rezar: abortar es un asunto privado. Y de hecho lo es según la ley suiza, por lo menos hasta la semana 12. Reivindicar el derecho al 'vientre propio', pero recurrir al monedero de los demás, no debería prosperar" (Die Weltwoche 6/7/2011).

 

Hace cinco años, cuando Putin era presidente, emprendió un plan contra la crisis demográfica, con ayudas a la maternidad. "Pese a todos nuestros esfuerzos –afirmaría‑, la población ha bajado; por tanto, tenemos que intensificar el esfuerzo y pensar qué más hacer". Para parar su descenso demográfico, se impone en Rusia la necesidad de proteger la vida naciente, aunque sea remisa en la defensa de otros derechos humanos y libertades básicas.

Salvador Bernal

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