Eventos ecuménicos en Moscú y en Roma

Dentro de la aceleración informativa, muchas noticias pueden pasar sin pena ni gloria. Algunas me parecen importantes, concretamente, en el camino hacia la unidad de los cristianos. Intentaré resumirlas aquí.

Es bien conocida la proximidad de Benedicto XVI con la Iglesia ortodoxa. Entre tantos detalles, se manifestó en la traducción al ruso de Jesús de Nazaret, con una buena presentación -si no me falla la memoria- de Hilarion de Volokolamsk, responsable de las relaciones externas del Patriarcado de Moscú. Ahora ha comenzado la tarea de traducir todos sus escritos. El propio patriarca Hilarion ha tenido el gesto de acudir personalmente al monasterio Mater Ecclesiae, a mediados de octubre, para entregar al papa emérito el primer volumen, que corresponde al XI de las obras completas: Teología de la liturgia. Fundamento sacramental de la vida cristiana.

En el prefacio, Hilarion reconoce la profunda simpatía de Benedicto XVI por la ortodoxia. Recuerda que fue uno de los primeros miembros de la Comisión mixta internacional para el diálogo teológico entre la Iglesia católica y la Iglesia ortodoxa, desde su fundación en 1979. En su investigación científica, Ratzinger profundizó en el origen y alcance del primado de Pedro y del obispo de Roma, consciente de que la unidad no depende de compromisos, sino de la maduración espiritual y práctica de todos. Señala también que el nombre de Benedicto XVI está ligado a la lucha por la defensa de los valores cristianos y, al mismo tiempo, a la del redescubrimiento y la reafirmación de su actualidad en la sociedad secularizada moderna.

La publicación de este libro ha sido posible por la colaboración entre la editorial del Patriarcado de Moscú, la asociación Sophia: idea rusa, idea de Europa, la academia Sapientia et Scientia, la Fundación Ratzinger y la Libreria editrice vaticana. En los próximos meses, se hará una presentación formal del volumen, en la Escuela Teológica del Patriarcado de Moscú. La iniciativa no denota sólo una gran estima hacia el autor. Responde también a la necesidad de acercar el mutuo entendimiento en un tema de capital importancia para la comprensión de la Iglesia latina desde oriente.

Unos días después, el 23 de octubre, Francisco recibió en audiencia a Theophilos III, Patriarca Greco Ortodoxo de Jerusalén, en Roma del 22 al 25. En el acto público no podía faltar el recuerdo a la no lejana visita del papa a Jerusalén y los Santos Lugares, con mención expresa a la basílica que alberga los lugares donde el Señor fue crucificado y sepultado, y donde resucitó: “renuevo mi agradecimiento por la restauración de este lugar santísimo: no se trata simplemente de salvaguardar la integridad de un monumento del pasado, sino que también se ha trabajado para que siga resonando en el futuro el testimonio que proviene de ese sepulcro  vacío. ‘Ha resucitado, no está aquí. Ved el lugar donde le pusieron’ (Mc 16,6). Celebro el hecho de que el Patriarcado Ortodoxo Griego de Jerusalén,  el Patriarcado Armenio de Jerusalén y la Custodia Franciscana de Tierra Santa hayan trabajado juntos con óptimo entendimiento, así como en la basílica de la Natividad en Belén, para lograr este hito, y agradezco vivamente el esfuerzo de Su Beatitud”.

Ciertamente, en esa región, se vive un ecumenismo práctico ante tantos sufrimientos provocados por conflictos que no cesan. Francisco dirigió unas palabras específicas a los miembros de las diversas comunidades cristianas de Tierra Santa: “Espero que siempre sean reconocidos como parte integrante  de la sociedad y que, como ciudadanos y creyentes  de pleno derecho, sean incansables en su contribución al bien común y a la construcción de la paz, comprometiéndose a ser artífices de la reconciliación y la armonía. Esta contribución será más eficaz en la medida en que se logre una sintonía cada vez mayor entre las diferentes Iglesias de la región”.

La historia no se puede cambiar. Pero importa mucho reducir pasadas incomprensiones. Lo señalaba el papa en Roma a una delegación del Consejo Metodista Mundial, el día 19, con motivo del 50 aniversario del inicio del diálogo teológico metodista-católico. Como en los años jubilares del Antiguo Testamento, “hemos  sido liberados de la esclavitud de la extrañeza y la sospecha mutua”. De acuerdo con el Concilio Vaticano II es preciso “tender a un conocimiento más profundo y  a una apreciación más justa entre los cristianos de diferentes confesiones  a través de un diálogo que proceda ‘con amor a la verdad, con caridad y con  humildad’". Dios quiere que los hermanos se reconcilien, trabajando por la plena comunión entre los sus hijos. Y rezando juntos el Padre nuestro, como suele hacer el papa al terminar este tipo de audiencias.

Un último evento: la audiencia al moderador de la Iglesia de Escocia, el día 26. Aquí el contexto era el quinto centenario de la Reforma. El pasado es inalterable, pero “la purificación mutua de la memoria es uno de los frutos más importantes” del camino hacia la unidad. “Con gratitud por vuestra presencia aquí y en el camino ecuménico, le pido al Espíritu Santo que fortalezca nuestra comunión en Jesucristo, para la gloria de Dios  Padre. Y a Él podemos dirigirnos juntos en la oración, los unos por los otros: “Padre nuestro…”


 


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