Discriminaciones y violencias islamistas contra los cristianos

Mucho desearía que gozasen de una tregua de Navidad tantos cristianos que sufren discriminaciones y, sobre todo, violencias en muchos lugares del mundo, ante el excesivo silencio de Occidente. En algunas zonas, especialmente en Estados confesionales islámicos, la persecución resulta implacable, hasta el punto de que Leone Grotti podía escribir en Tempi.it que “los cristianos son tratados como leprosos”.

Así sucede en Pakistán, donde un informe reciente de la asociación Minority Rights Group International y Sustainable Development Policy Institute, confirma que la persecución de las minorías religiosas ha alcanzado "niveles críticos": la discriminación alcanza a casi todos los aspectos de la vida ordinaria –desde la escuela al cementerio de un fiel cristiano, hindú o ahmadía. Lo paradójico es que ese Estado tiene teóricamente un departamento gubernamental que debería velar por el respeto e igualdad de las minorías.

El informe sistematiza informaciones que aparecen de vez en cuando en medios de comunicación internacionales, aparte de agencias de noticias o publicaciones católicas (en Religión Confidencial no ha faltado eco a problemas como el abuso de la regulación penal sobre la blasfemia, los secuestros y conversiones forzadas al Islam, los atentados a instituciones lugares de culto no musulmanes). El documento añade datos sobre la auténtica esclavitud de los trabajadores pertenecientes a las minorías, un problema que se plantea en otros lugares, y acaba de ser tema central de un simposio interreligioso celebrado en Roma. También el papa Francisco lo ha tomado como núcleo de su mensaje para la próxima jornada por la paz, tan amenazada por esas brutales injusticias.

En Pakistán, los abusos comienzan en la escuela, porque no se respeta el derecho establecido en la Constitución de que nadie se vea obligado a recibir una instrucción religiosa diversa de la propia fe. Y, como sucede en los Estados totalitarios, se distorsiona la historia, ignorando la presencia de las minorías o presentándolas ligadas a potencias extranjeras: los hindúes, a la India; los cristianos, a Occidente.

En el ámbito laboral, las personas que pertenecen a las minorías se ven obligadas a realizar los trabajos más humillantes, que desempeñan en un contexto de falta de respeto y de auténtico desprecio: así, los barrenderos “son tratados como si padecieran la lepra”. Y se les excluye de posibles tareas: “un cristiano no puede abrir un restaurante en Pakistán: ningún musulmán aceptaría jamás tomar la comida de un cristiano. Tampoco pueden vender en puestos de comestibles, porque los musulmanes no les comprarían nunca. Sí se les contrata para limpiar casas de musulmanes, pero están mal pagados y con frecuencia son imputados por la falsa acusación de ser ladrones”.

Lo más grave sigue siendo la interpretación omnicomprensiva de los artículos del código penal relativos a la “blasfemia”, no tipificada con precisión. Por eso, cualquier conducta o comentario puede ser considerado blasfemo. De hecho, si un cristiano afirma no creer en Mahoma como profeta –algo totalmente lógico puede ser acusado de blasfemar... Los textos constitucionales reconocen en teoría las libertades ideológicas, pero se niegan en la práctica, hasta extremos difícilmente comprensibles desde una óptica occidental.

Entretanto, medios de prensa italianos y franceses no olvidan el calvario de Asia Bibi, una madre de cinco hijos, que lleva más de dos mil días de cárcel acusada de blasfemia por falsos testigos, en espera de su apelación contra la condena a la pena capital. Su abogado, Sardar Musthaq ha pasado unos días en Italia, para relanzar la campaña occidental por la libertad de Asia y la defensa de la minoría cristiana en Pakistán. Sigue confiando, según declaraba al diario Avvenire el 12 de diciembre, en el Tribunal Supremo de Islamabad, que ha aceptado ya otras apelaciones, aunque el problema será qué pasaría después. Por eso, considera esencial que Occidente no olvide a Asia Bibi.

Pero poco se avanzará, en Pakistán como en otros Estados islámicos, mientras los líderes religiosos musulmanes no asuman un papel activo para contrarrestar a talibanes y extremistas. Así acaban de afirmarlo en Kenia las autoridades cristianas, tras los atentados de los fundamentalistas somalíes Al Shabaab, en una declaración conjunta católicos, anglicanos, presbiterianos, metodistas y de la African Inland Church publicada el 10 de diciembre con el título The State of The Nation: “Deben ir más allá de la mera condena de la ola de ataques que han tomado como objetivo a los no musulmanes, para comenzar a dar pasos contra los partidarios del terror, ayudándonos a construir puentes entre las religiones y las comunidades”.

Ciertamente, los cristianos de tantos países necesitan y merecen, al menos, una tregua de Navidad.

 


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