Diálogo para superar la actual violencia del budismo oriental

Leo desde hace años, en su edición digital, una interesante sección de La Vanguardia: La Contra. Me parece un escaparate de personas de relieve en la cultura y la sociedad de nuestro tiempo. En su mayoría, son de otros países, aunque relacionados –ocasional o permanentemente- con Barcelona. En la entradilla, a modo de presentación, o en el texto, figuran muchas veces las convicciones religiosas de los entrevistados. De vez en cuando, también algunos occidentales, señalan su preferencia por un estilo de vida budista, lleno de paz y armonía.

No tengo nada en contra, aunque pienso muchas veces que no se trata tanto de una opción propiamente religiosa, sino más bien vital, antropológica. Y, desde luego, no tiene en cuenta la realidad que muchos otros medios de comunicación reflejan de la praxis budista en diversas regiones del oriente, aunque no sean propiamente confesionales.

Por eso consideré oportuna la información que Religión Confidencial aportaba hace unos días sobre la violencia budista contra las comunidades musulmanas de Sri Lanka (antes Ceilán). El 75% de los 21 millones de habitantes del país son budistas, frente al 10% de los musulmanes. La noticia procede de la agencia Fides, y relata cómo los cristianos –minoritarios en ese país- piden al gobierno que ponga remedio a una crisis latente después de la guerra civil  (1983-2009): el nacionalismo budista de la mayoría contra la presencia de hindúes tamiles en el considerado último bastión del verdadero budismo (la "isla del dharma").

Sintetiza la crisis actual un religioso, Stephen Ashok, director del Centro para la sociedad y la religión de Colombo: “Los musulmanes, sus casas y sus propiedades son el blanco en nombre del budismo. No hay mayor perversión del budismo que matar en nombre del budismo”. Y añade que en “la enseñanza de Buda no hay lugar para ningún tipo de violencia, no hay concepto de la guerra, no hay lugar para la venganza, cualquiera que sea el delito”.

Tal vez por esto no es fácil entender acontecimientos recientes en otro país de mayoría budista como Myanmar (Birmania): el papa Francisco echó su cuarto a espadas para defender a la minoría rohingya que está sufriendo lo más parecido a una limpieza étnica, en evidente contraste con la imagen del budismo pacífico y compasivo.

Aunque la violencia contra los rohingya –como tantos otros conflictos regionales- no se reduce a la cuestión religiosa, participa del movimiento popular que desea revivir la tradición budista nacional, como reflejo de la auténtica identidad birmana, puesta entre paréntesis durante el período colonial. A la vez, se trata de protegerla contra la amenaza del Islam. Los ingleses elogiaban a los budistas por su tolerancia, frente a la condena de la superstición y atraso de las castas hindúes y musulmanas. Este planteamiento justifica a los nacionalistas birmanos en su actual violencia contra los musulmanes rohingya.

Otra hipótesis es que se trata de una reacción -siempre de corte nacionalista- ante cierto budismo sincrético desarrollado en la etapa colonial del siglo XIX, desde Birmania a China (sobre todo, Tíbet) y Tailandia, que prescinde de viejos rituales y acentúa los aspectos filosóficos y la meditación mental.

Incluso en el budismo tibetano del Dalai Lama, aparte de su independentismo político,  se han producido sucesos como el arrasamiento de monasterios rivales; más recientemente, se planteó la controversia centrada en una deidad protectora iracunda que, según algunos compañeros del Dalai Lama, destruiría a los falsos maestros de otros grupos.

Pero, desde el ángulo cristiano, importa seguir avanzando en el diálogo interreligioso. Así, en las conversaciones y la declaración final del Sexto Coloquio Budista-Cristiano, celebrado en noviembre en Taiwán, en torno al tema “Budistas y Cristianos caminando Juntos por  el camino de la no violencia”. Se valoró la gravedad de tantos conflictos actuales y, en consecuencia, la necesidad de aportar –desde las respectivas convicciones religiosas “nuevas esperanzas a un mundo destrozado hablando del amor de Jesús y de la compasión de Buda”.

 


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