¡Qué tres mujeres!
LA VIUDA DE NAÍM, CUYO HIJO ÚNICO LO LLEVABAN A ENTERRAR (Lc. 7, 11-17).
Y en el camino se cruzó con Jesús, se encontró con Él.
Por aquél entonces, no existía ni seguridad social, ni pensión de viudedad. La pobre mujer no tenía nada. Su hijo único era su vida y todo con lo que contaba y… ¡lo llevaban a sepultar!
Al verla, el Señor se movió a compasión, resucitó al muerto y se lo entregó a su madre
Qué importante es encontrarse con Jesucristo y dejarse ver por Él.
LA HEMORROISA (Mc. 5,25-34)
El evangelista nos cuenta que esta mujer había gastado toda su hacienda en médicos, sin conseguir nada durante doce años. Pero se dijo: “con solo tocar la orla de su vestido, quedaré curada…” Lo hizo y, en el mismo instante, se curó y se sintió curada de su mal. Ante el tumulto, la mujer temblorosa y asustada, le confesó a Jesús la verdad. Y El Señor, con toda autoridad, le manifestó: “Tu fe te ha curado, vete en paz y queda libre de tu enfermedad”.
LA MUJER SIRO-FENICIA DE NACIÓN (Mc. 7, 24-30 y Mt. 15, 21-28)
Jesús salió de la tierra prometida y se fue a zona de gentiles, a la nación siro-fenicia, y allí, en Tiro o en Sidón, le salió al paso una mujer griega, rogándole por su hijita.
Sorprende la aparente dureza con que la trata el Señor, tras oír su petición: “No está bien, echar a los perros el pan de los hijos…”, le dijo.
La mujer podría haberse sentido dolida; pero no, con una humildad y una ternura admirables, le dio la vuelta a lo que podría haber sido una decepción para ella y, con su actitud, conmovió al Hijo de Dios. “Señor, … también los perrillos comen las migajas que caen de la mesa de sus señores”, le respondió. Y logró el milagro que ansiaba. “Vete, por esto que has dicho el demonio ya ha salido de tu hija.” Y así la encontró al llegar a su casa.
Verdad es que Dios siempre sabe con quién está tratando. Si parece que Dios trata duro es para, después, volcarse.
FE
San Marcos nos habla de la fe de la hemorroisa y San Mateo de la fe de la mujer siro-fenicia. El Señor le dice a la hemorroisa: “Tu fe te ha curado”.
Si la hemorroisa, con solo tocar el borde de su túnica consiguió el milagro. ¿Qué no podremos conseguir alimentándonos de Él en la Eucaristía? ¿Qué no podrá conseguir el sacerdote que, con su sola palabra, hace bajar a Dios del Cielo a la tierra en cada Misa?
Fe como la de la mujer, de la orla del vestido o como la de aquél gran hombre, cuyo hijo echaba espumarajos por la boca (Mc. 9, 17-28 y Mt. 17, 14-21 y Lc. 9, 37-43).
“Señor creo, pero ayuda mi incredulidad”, le manifestó a Jesús y le pidió. A Dios le bastó, e hizo el milagro.
Sin obviar que, por encima de estas tres mujeres, hay OTRA MUJER.