Iglesia pobre, para los pobres... corrientes

Lo noté contento...

¿Puedes hablar?, me dijo. Sí, voy por la calle.

¿Desde dónde me llamas? De mi móvil a tu móvil. Ah, vale, le dije.

Tengo todos los documentos, sólo me falta uno. Se lo encargué a unos familiares...

Y se me ocurrió: Voy a llamar por teléfono, para pedirlo; no me harán ni caso, pero bueno, lo intento...

Y mi sorpresa, me cogió una monjita encantadora y me pasó con un señor, el encargado, muy amable.

¿Qué desea? Deme los datos... Se los di.

Pero es que yo vivo fuera... Deme su domicilio y, no hay problema, le mandamos por correo el Certificado...

¿Cuánto tengo que pagarles?, pregunté. No, no, la voluntad, me respondió.

 

Bueno, cuando vaya en Semana Santa, mi donativo para el Cristo de la Catedral.

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