La familia cristiana como don y tarea

Hoy se ve necesario explicar mejor los fundamentos de la familia cristiana. Y es así, expone el documento de trabajo para el próximo sínodo, por el ambiente individualista de la cultura dominante que no es capaz de valorar el darse a los otros, la caridad. La solidaridad y la caridad están en la esencia del proyecto humano –de la propia naturaleza del hombre– y cristiano.

La familia cristiana, construida sobre el amor, es el primer ámbito donde se ejercita y se aprende el darse a los que en ella conviven. Pero para realizarlo así, y dado el clima  individualista que nos rodea, precisa de una formación que le ayude a vivirlo día a día, y a descubrir su papel como escuela de solidaridad y de auténtica vida cristiana.

            Hay que explicarlo mejor, añade el texto, por las dificultades actuales para comprender la ley natural como fundamento de la fe familia. No se trata tanto –matiza– de defender un concepto abstracto, sino más bien la necesaria relación que el Evangelio establece con lo humano en todas sus expresiones  históricas y culturales.

            1. Para desarrollar esa propuesta ante todo se nos invita a ser conscientes de las actuales dificultades a la hora de explicar la ley natural. Una dificultad surge cuando se considera que no todos están de acuerdo en qué sea lo “natural”. A menudo se identifica con lo meramente “espontáneo”, lo que brota del sentimiento y la emotividad. También hoy se asiste frecuentemente a la interpretación de la libertad y de la felicidad en clave subjetivista, que sería lo único válido para fundamentar los “derechos humanos”. Por otra parte una visión tradicional de la “ley natural” parece “desmentida” por la investigación científica (la evolución, la biología y las neurociencias). Incluso, según la “ideología de género” la sexualidad de cada individuo dependería de los condicionamientos y necesidades sociales,  y no tanto de la biología o de la naturaleza.

            Todo ello estaría llevando a poner en duda la firmeza del compromiso matrimonial “para siempre”.  Además algunas costumbres de ciertas culturas consideran la poligamia o el repudio de la mujer como algo “natural”. Por no hablar del sinfín de situaciones anómalas e “irregulares” respecto al matrimonio “natural” que abundan en nuestra cultura.

            En suma, según esta lectura, no existiría lo “natural” como referencia común. Sin embargo, al menos por lo que se refiere a los cristianos, la experiencia es que “la ley natural es universalmente aceptada ‘de hecho’ por los fieles, aunque no se vea la necesidad de justificarla teóricamente” (n. 26).

En resumen, hay quienes objetan que la ley natural no sirve para explicar la moral sexual de la Iglesia. Existe de hecho una contestación práctica de la ley natural sobre la unión entre hombre y mujer, apoyada sobre todo en el subjetivismo y el individualismo.

            2. ¿Qué hacer ante estas dificultades? La respuesta del documento preparatorio sinodal comienza por atender al lenguaje. Se sugiere, ante todo, que al expresar lo que es el matrimonio y la familia, se dé mayor importancia al lenguaje bíblico (que habla del “orden de la creación”), con sus formas narrativas, y al lenguaje simbólico tal como el que utiliza la liturgia. Y que se preste particular atención al mundo juvenil.

            Como marco de conjunto, se propone que se presente a la familia en el contexto de la vocación de la persona en Cristo. Los cristianos compartimos la convicción de que la familia es el ambiente natural de crecimiento y escuela de humanidad, amor y esperanza para la humanidad. Y lo es en cuanto que a través de ella Cristo revela el misterio y la vocación del hombre. Al mismo tiempo, hoy la familia se encuentra muchas veces en situaciones difíciles y complejas que requieren una mirada compasiva y comprensiva. “Esta mirada es lo que permite a la Iglesia acompañar a las familias como son en la realidad y a partir de aquí anunciar el Evangelio de la familia según sus necesidades específicas” (n. 31).

 

            Entre esas situaciones y desafíos – como una primera “herida” de la familia en la sociedad actual– está el intento de su privatización; es decir, de recluirla como en un recinto cerrado y para el bien de sólo sus propios miembros, ocultando o impidiendo que la familia eduque para servir al bien común.  Es, por tanto, necesario, combatir el individualismo en su versión “familiar”. Esto implica preguntarse cómo estimular la participación de la familia en la sociedad (y, antes, cómo educar la vida de familia dentro de la familia misma).  Y se traduce en las relaciones entre familia y trabajo, familia y educación, familia y salud, familia y derecho (comenzando por la defensa de la vida humana desde su concepción).

            3. Algunas propuestas formativas. Como se ve, no se trata solamente de defender la familia como institución “natural”, sino de mostrar la belleza del proyecto cristiano sobre el matrimonio y la familia, que lleva a plenitud el amor humano entre varón y mujer y los abre a un horizonte universal.  He aquí algunas propuestas.

            a) La referencia primera a la Trinidad. Dios es en sí mismo como una familia, comunión de Personas que viven eternamente en unidad perfecta. Y el matrimonio es la imagen de Dios entre nosotros, porque en el matrimonio “Dios hace de los dos esposos una sola existencia” (Francisco, Audiencia general, 2-IV-2014).

            b)  La familia de Nazaret como modelo y ejemplo para la familia cristiana, puesto que “la familia es el lugar ordinario y cotidiano del encuentro con Cristo” (n. 36). La unión con Cristo, por parte de los miembros de la familia, es garantía para salir adelante también ante las dificultades, con paciencia y comprensión. “Hacer familia”, sobre todo para un cristiano, es un don y una tarea diaria.

            c) La educación del amor. La familia puede definirse como “signo eficaz de la existencia del amor de Dios”, como “santuario del amor y de la vida” y “primera escuela de humanidad”. En la familia debe acontecer la primera experiencia del amor, que es lo opuesto a la soledad. Y esto, no solo para los hijos, sino para todos los miembros de la familia. La familia es así lugar privilegiado para el desarrollo integral de las personas, tanto desde el punto de vista humano como cristiano.

            d) El papel de los padres se considera, en esto, fundamental: su testimonio de fidelidad en la igual dignidad y en la complementariedad de sus diferencias, su testimonio de fe cristiana, de oración –oración personal y familiar, lectura de la Biblia, bendición de la mesa, rezo del rosario, etc., y de sacramentos –especialmente la confesión y la Eucaristía dominical– y un estilo de vida coherente con esa fe. He ahí los pilares seguros sobre los que se puede construir el espacio y el tiempo que necesita la educación cristiana de los hijos. En todo esto se señala la importancia de la parroquia que debería ser “familia de familias” sobre todo para la vida sacramental.

            e) El “deseo de familia” que tienen muchos jóvenes es un verdadero signo de los tiempos que hay que acoger. Muchos de ellos perciben el valor de un vínculo estable y duradero, de un amor fiel e indisoluble que apoye el crecimiento humano y espiritual.

            f) El acompañamiento de las familias, con misericordia y ternura, por parte de otras familias, de las parroquias, de los movimientos y asociaciones. Acompañamiento especialmente necesario ante las situaciones difíciles (crisis de diversos tipos, violencia, abandono, etc.).

            g) La “formación constante y sistemática sobre el matrimonio como vocación, sobre el redescubrimiento del ser padres (paternidad y maternidad) como un don”. Además de la preparación inmediata de las parejas para el matrimonio, esto precisa “una formación más constante y articulada: bíblica, teológica, espiritual, pero también humana y existencial” (n. 49). Se recogen buenas experiencias en la línea de que los padres participen en las catequesis que se dan a sus hijos; que se aprovechen las fiestas litúrgicas como la Navidad y la fiesta de la Sagrada Familia para esta formación; y que se proteja, también desde el punto de vista civil, el domingo como día del Señor y de las familias.

            Cabe apreciar que el mayor interés de estas propuestas no es simplemente el de un conjunto de ideas que se les habrían ocurrido a un grupo de expertos. Ante todo consiste en un hecho: arrancan de la vida de cristianos que, conscientes de su misión e ilusionados con su tarea de iluminar y vivificar la sociedad en la que viven, toman nota de lo que está pasando, y presentan sus experiencias, reflexiones y propuestas para ayudar a los matrimonios y a las familias cristianas.

Ramiro Pellitero, Universidad de Navarra
iglesiaynuevaevangelizacion.blogspot.com


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