Comenzar por abrir el propio corazón

Se fijó especialmente en las palabras que la Iglesia propone por boca del profeta Joel": "Así dice el Señor: convertíos a mí de todo corazón con ayuno, con llanto, con luto»" (2,12).

Primero, "con todo el corazón": esto significa –observa el Papa– "desde el centro de nuestros pensamientos y sentimientos, desde las raíces de nuestras decisiones, opciones y acciones, con un gesto de total y radical libertad". Esto –señala– es posible, porque tenemos la ayuda de Dios, su gracia.

"Rasgad el corazón y no las vestiduras" (v. 13). "En efecto –anota Benedicto XVI– también hoy muchos están dispuestos a 'rasgarse las vestiduras' ante escándalos e injusticias, cometidos naturalmente por otros, pero pocos parecen dispuestos a obrar sobre el propio 'corazón', sobre la propia conciencia y las intenciones, dejando que el Señor transforme, renueve y convierta".

En segundo lugar, ese "convertíos a mí de todo corazón", continúa el Papa, es además una llamada dirigida no solo al individuo sino también a la comunidad. Y es que, subraya, "la dimensión comunitaria es un elemento esencial en la fe y en la vida cristiana":. Así es, porque la Iglesia es una familia, un "nosotros", como le gusta decir. La fe es necesariamente eclesial. Y por eso, dice, es importante tener presente durante la cuaresma "que el camino penitencial no se afronta en solitario, sino junto a tantos hermanos y hermanas, en la Iglesia" (desde luego, esto podría llevar a preguntarnos: cómo estamos respondiendo como familia de Dios el conjunto de los cristianos. También, como respondemos los cristianos en un determinado lugar, o cómo lo hacemos en nuestro grupo de amigos, o en nuestro hogar).

Tercero, el profeta subraya la oración que los sacerdotes del templo dirigían a Dios: "No entregues tu heredad al oprobio, no la dominen los gentiles; no se diga entre las naciones: ¿Dónde está su Dios?" (v.17). "Esta oración –señala Benedicto XVI– nos hace reflexionar sobre la importancia del testimonio de fe y vida cristiana de cada uno de nosotros y de nuestras comunidades para mostrar el rostro de la Iglesia y cómo en ocasiones este rostro es desfigurado".

Aquí el Papa se detiene concretamente en las culpas contra la unidad de la Iglesia, en las divisiones. Y propone: "Vivir la cuaresma en una más intensa y evidente comunión eclesial, superando individualismos y rivalidades, es un signo humilde y precioso para los que están lejos de la fe o son indiferentes".

Todo ello plantea, finalmente, la necesidad de contar con la Cruz, con el don total de uno mismo. "Es –apunta Benedicto XVI– un camino por el que cada día aprendemos a salir cada vez más de nuestro egoísmo y de nuestra cerrazón, para acoger a Dios que abre y transforma el corazón". Para eso nos propone leer y meditar la Escritura y también las tres prácticas fundamentales de la cuaresma, previstas ya por Moisés: la limosna, la oración y el ayuno. Pero todo eso, señala, hemos de hacerlo sin hipocresía, sin buscar el aparentar, el aplauso y la aprobación del "público". Pues la única recompensa del justo es Dios mismo. Su gracia nos hace, ya ahora hombres nuevos, al hacernos participar de la misma vida de Jesús.

Abrir las puertas a Dios y a los demás ha sido la constante propuesta de este pontificado. En esta última parte ha vuelto a insistir sobre la necesidad de cristianos auténticos, transformados ellos mismos por Dios, para afrontar la nueva evangelización. La Cuaresma es una ocasión espléndida para crecer en esa autenticidad.

Ramiro Pellitero, Universidad de Navarra,iglesiaynuevaevangelizacion.blogspot.com.es

 
Comentarios
Envíanos tus noticias
Si conoces o tienes alguna pista en relación con una noticia, no dudes en hacérnosla llegar a través de cualquiera de las siguientes vías. Si así lo desea, tu identidad permanecerá en el anonimato