Unas palabras para Amanda Figueras, la periodista que se ha convertido al islam

Amanda Figueras es una periodista que se ha convertido al islam. Recientemente ha publicado un libro titulado Por qué el islam. Mi vida como mujer europea y musulmana, en el que cuenta los motivos de su conversión. En cuanto tenga tiempo, lo leeré porque siempre me produce gran curiosidad descubrir cuál es el atractivo que los hombres y mujeres de hoy ven en el islam, cuál es la novedad que presenta como religión respecto a las demás.

La reseña publicada en el diario El mundo digital apunta uno de los motivos de la conversión de Amanda: vio que es una religión de perdón, según el ejemplo de su profeta, que cuando era agraviado respondía con el perdón. Cada persona es muy libre de depositar su confianza en aquello que le colma como persona, pero creo que el amor a los enemigos llena el corazón más que el simple perdón.

En el encuentro que tuvo con los lectores de El mundo, con motivo de la publicación del libro, la periodista se queja del desconocimiento general sobre lo que es en realidad el islam en asuntos como la situación de la mujer.

Amanda, que creció en un entorno católico, pero que nunca fue creyente ni bautizada, responde lo siguiente cuando le preguntan acerca de lo que dice el islam sobre el origen del ser humano: «Allah creó al ser humano de la tierra, al varón y a la mujer. Es decir, nosotros no creemos que la mujer fuera creada de la costilla del hombre, sino en plena igualdad».

Si Amanda se queja del desconocimiento general sobre el islam, yo me quejo de su desconocimiento sobre la interpretación del Génesis (2,21). En primer lugar, porque lo interpreta de modo literal que no es como lo interpreta el Magisterio de la Iglesia. Y, en segundo lugar, porque entiende todo lo contrario de lo que realmente dice como signo del amor de Dios.

La creación de Eva de la costilla de Adán expresa que el hombre y la mujer son una sola carne, es decir, una comunión de amor. Por ello, Adán grita admirado al ver a Eva: «¡Esta vez sí que es hueso de mis huesos y carne de mi carne!» (Gn 2,23). Palabras del varón que para la literatura rabínica sugerían el rito matrimonial de Adán y Eva en el paraíso. Palabras que no pronuncia Adán en el Corán, dónde es Dios quien afirma que ha creado para los hombres esposas de su misma especie (30,21). Y palabras que, según el catecismo católico, son la expresión del otro «yo» de su misma humanidad que el hombre descubre en la mujer. Si la inquietud de Amanda por conocer verdaderamente la realidad le lleva a desear profundizar sobre la fe cristiana y sobre la teología del cuerpo, le recomiendo la lectura de las catequesis sobre el amor humano de Juan Pablo II.

Mis palabras sobre la comunión entre el hombre y la mujer se quedan cortas para expresar en toda su magnitud la belleza de ese misterio. Su única pretensión era deshacer ese tópico tan extendido sobre la costilla de Adán de la que no es necesario que ni el islam ni los movimientos feministas le otorguen una dignidad e igualdad que ya tenía desde el momento en que fue creada por Dios. Como este tópico ha llegado hasta el libro de Amanda Figueras, me he sentido en la obligación de explicárselo como mujer cristiana y europea.



 
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