El nacimiento de Jesús según el Corán: ¿Polémica anticristiana?

El Corán también nos narra el nacimiento de Jesús. María, tras el anuncio del ángel, se retiró a un lugar alejado. Los dolores del parto la llevaron hasta el tronco de una palmera bajo la que comenzó a lamentarse por su penosa situación. Entonces, Jesús la llamó desde debajo para consolarla. Le ordenó sacudir el tronco para que saciara su hambre con los dátiles que se desprenderían de las ramas y beber del arroyo que Dios había puesto bajo sus pies. También le pidió que hiciera voto de silencio acerca de lo que había sucedido. María volvió con Jesús junto a los suyos, que la reprobaron por su conducta desvergonzada. Ella señaló al niño que, sorprendentemente, les habló desde la cuna. Anunció a los presentes su misión: era un siervo de Dios bendecido por Él, al que había dado una Escritura y al que había hecho profeta (C 19, 22-32). El Libro sagrado revela que Jesús habló desde la cuna en otras dos pasajes: durante la anunciación los ángeles se lo vaticinaron a María (C 3, 46) y el día que Dios congregue a sus allegados, recordará a Jesús cómo le favoreció cuando habló desde la cuna (C 5, 110).

El relato es completamente distinto de los de Mateo y Lucas. Ni José, ni el edicto de César Augusto, ni el gobernador de Siria, Cirino, ni la ciudad de Belén, ni el pesebre, ni los ángeles, ni los pastores aparecen por ningún lado. En su lugar, se menciona una palmera, sus dátiles, un arroyo y la facultad milagrosa de Jesús de hablar desde la cuna. Los tres primeros elementos, extraños a los Evangelios canónicos, forman parte del atrezo de la huída a Egipto en los textos apócrifos cristianos. Al principio de El libro del reposo, Jesús ordena a una palmera del Monte de los Olivos que se incline para saciar el hambre de sus padres. En El evangelio del pseudo-Mateo, María, fatigada por la canícula del desierto, ve la copa de una palmera cargada de frutos y le pide a José que los coja. Como José no puede hacerlo, debido a la altura del árbol, el niño ordena a la palmera que se incline hasta los pies de su madre. La palmera dobla su copa y todos sacian su hambre. Jesús manda a la palmera postrada que se yerga e, inmediatamente, surgen de sus raíces raudales de agua cristalina que les calman la sed. En cuanto al cuarto elemento, El evangelio árabe de la infancia, comienza narrando cómo Jesús anunció a su madre desde la cuna su identidad y su misión: él era el Hijo de Dios, el Verbo, al que el Padre había enviado para la salvación del mundo.

Uno de los modos actuales de abordar el estudio del Corán, es analizarlo en el contexto literario donde nació y descubrir las huellas de las tradiciones judías y cristianas y de los debates que el islam naciente entabló con las otras religiones. En ese momento, lo que hoy denominamos «Corán», transmitido oralmente y no por escrito, se dirigía a un conjunto heterogéneo de oyentes compuesto, entre otros, por cristianos. Entre estos cristianos, circulaban algunos textos que habían distinguido como no inspirados, pero que usaban al manifestar creencias acordes con el misterio de Jesús. Las palmeras de los apócrifos se inclinan por el mismo motivo que las de un conocido villancico, para saludar al niño, para presentarlo como el Señor de la creación al que esta obedece sin tardar. En el Corán, el niño que habla desde la cuna se autodefine como profeta, frente al de El evangelio árabe de la infancia donde es el Hijo de Dios. Son los rastros del debate sobre la persona de Jesús. La exégesis islámica posterior lo presentará únicamente como el profeta precursor de Mahoma e incluso recurrirá al Nuevo Testamento para mostrar a Jesús anunciando la venida del profeta del islam.

Hace unas semanas, dos jóvenes de La Haya pusieron a un ejemplar de la Biblia las tapas de uno del Corán para disfrazarla. Dieron a leer a los transeúntes de la ciudad algunos de sus versículos más virulentos sobre la homosexualidad y el repudio, y estos quedaron sorprendidos cuando descubrieron que eran bíblicos y no coránicos. Aunque hicieron el experimento para demostrar lo infundado de los prejuicios anti-musulmanes, es una prueba más de lo que propone la crítica literaria y que, sin pretenderlo, ha sintetizado el título de la noticia de El Mundo, que si se abre el Corán, se lee la Biblia. En otras palabras, que, literariamente, el noble Corán es fruto del contexto de la Antigüedad tardía. La relectura que hace de la identidad del niño que nace bajo la palmera prueba, además, que la polémica con el cristianismo es intrínseca a él y que también puede considerarse como el primer libro musulmán de polémica anticristiana.

 
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