El islam: religión de paz y religión de violencia

Abdelfatah al-Sisi, presidente musulmán de Egipto, ha visitado España esta semana. En unas declaraciones a El Mundo (29/04/2015) afirma que «la religión verdadera nunca impide la evolución del ser humano y jamás permite el terrorismo. La religión es vida, no destrucción». En el mundo islámico, todavía resuena la declaración de más de doscientos ulemas o sabios, sunnitas y chiitas, en Beirut el 11 de enero de 2002, en la que afirmaron que las acciones de los muyahidines o combatientes palestinos eran legítimas porque tenían su fundamentación en la revelación monoteísta y en el Libro de Dios. Surge una pregunta: La violencia, ¿es algo extrínseco a la revelación coránica, una elaboración posterior, o encuentra en ella su fundamentación?

Si los capítulos del Corán, que están ordenados según su extensión, del más largo al más breve, se ordenan cronológicamente, sacando de sus capítulos algunos versículos descolocados, emergen dos periodos que se corresponden con las fases de la predicación de Mahoma. El primero es el de la revelación que recibió en La Meca y el segundo, la que recibió en Medina, cuando huyó a este oasis por la animadversión que su predicación había despertado entre los judíos de La Meca. La diferencia del contenido de ambos, determinada por el tipo de actividad de Mahoma, ha dado lugar a dos modos diferentes de entender el islam. El mequí proclama la fe en el Dios único, la escatología y la tolerancia para con los creyentes no musulmanes. Es el islam más espiritual y moral del Mahoma profeta. El medinés, dictado en el contexto de las luchas, los pactos con las tribus vecinas y la organización de la comunidad, aborda las cuestiones sociopolíticas (comercio, estatuto familiar, herencia y modo de hacer la guerra). Es el islam más agresivo (prescribe expresamente el combate en 2, 216) del Mahoma caudillo. ¿Cuál es el islam auténtico? A pesar de estar determinados por las circunstancias históricas, ambos son lícitos porque la totalidad del Corán se tiene por revelada y, por lo tanto, tiene un valor absoluto y no relativo. Dos argumentos consolidan la postura de los defensores del islam medinés: el principio del abrogante y del abrogado y el sentido del triunfo final de Mahoma sobre los habitantes de La Meca. En cuanto al primero, cuando el Libro se contradice, el versículo más moderno abroga al más antiguo porque Dios, absolutamente libre, puede sustituir un versículo ya revelado por otro. El Autor de la Ley puede modificarla. Aunque lo complicado es distinguir la cronología de algunos versículos, es evidente que los de La Meca no invalidan a los de Medina. En cuanto al segundo, la victoria militar del islam se interpreta como la prueba de la autenticidad de la misión que Dios había encomendado a su fundador. Actualmente, hay cuatro tendencias para leer el Corán: la mayoritaria (tradicional, intolerante y predominante entre los hombres de religión), la extremista (minoritaria, activista políticamente, selectiva con la tradición, que muestra como auténtico el islam medinés y legitima la guerra y el terrorismo), la liberal (la humanista de los intelectuales que pretende conciliar el Corán con la ética de los Derechos Humanos y con menos prestigio popular), y la sufí (espiritual, personal, no tradicionalista, muy difundida en Occidente, sin impacto en el mundo islámico genuino pero que se admite tácitamente por su poder de conversión entre los occidentales).

La actitud beligerante es intrínseca al islam al igual que lo es la pacífica. La cuestión sin resolver en el islam no es su ambigüedad sino la ausencia de una autoridad religiosa, personal o colegial, admitida por todos, y capaz de definir las verdades fe. El salmista afirma que Dios dio muerte a reyes poderosos, Jesús volcó las mesas de los cambistas del templo y la Ilustración  acusó al Dios monoteísta de violento. Pero la Pasión de Cristo negó toda violencia divina y, a lo largo de los siglos, la razón iluminada por la fe la ha purgado de formas aberrantes. La violencia en el islam no proviene de unos versos coránicos sino de no plantear la racionalidad de la fe. Efectivamente, la religión es vida y, más aún, cuando la Vida existe desde el principio como Logos, Palabra y Razón que habita en los hombres.

 
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