La defensa de la poligamia: ¿islam moderado o radical?

La poligamia es una de las propiedades del matrimonio islámico. El Corán (4, 3) autoriza al varón a casarse con cuatro mujeres siempre que pueda mantenerlas a todas y que sea equitativo con ellas. De lo contrario, aconseja que el varón sea monógamo.

El Libro sagrado recoge la concepción de la familia propia de la sociedad árabe preislámica, en la que la unidad familiar era extendida y no nuclear y formaba una unidad económica cuyo jefe era el padre de familia. Según los exegetas musulmanes, Mahoma limpió esta institución de sus males tradicionales al delimitar la cantidad máxima de esposas a un número concreto. Esta legislación supuso que la mujer adquiriera, por medio del contrato matrimonial, una seguridad y estabilidad que antes no tenía. El mismo Profeta practicó la poligamia y la dotó de fines sociales al hacerse cargo de las viudas y de los huérfanos de sus compañeros muertos en el campo de batalla.

Este derecho masculino del matrimonio islámico origina un conflicto tanto legal como moral con respecto a nuestra propia visión del matrimonio. La mayoría de los países europeos otorgan validez civil al matrimonio islámico, pero tienden a prohibir el derecho a la poligamia porque viola sus Derechos fundamentales. En cuanto a los países islámicos, sólo es ilegal en Túnez mientras que es legal en casi toda África y en Asia.

La posición del islam moderado es justificar y defender la poligamia. Google lo confirma en numerosas páginas propiedad de comunidades y asociaciones musulmanas, algunas de ellas europeas. Hay tres argumentos recurrentes a la hora de defenderla: el primero, el ya aludido de la purgación de sus males preislámicos; el segundo, el número ínfimo de matrimonios polígamos al ser muy estrictas las condiciones de la poligamia; y el tercero, su legitimación en el Antiguo Testamento, como demuestra que Abrahán o Salomón la practicaran, entre otros patriarcas y reyes.

Los tres argumentos se pueden rebatir. El primero es un claro exponente de la miopía con que el islam interpreta su propio texto revelado, que considera inmune a las circunstancias sociales propias del contexto histórico en el que descendió el Corán. No distingue que lo que pudo ser aconsejable en un contexto tribal no lo es una sociedad moderna. El segundo, que refleja con toda justicia el impacto social del matrimonio polígamo (no supera el 5% de los matrimonios en ningún país), pone de manifiesto el escaso valor que se concede a la dignidad de la persona como ser individual único e irrepetible. Su exiguo número no justifica su defensa.

Merecen ser tratadas con el mismo respeto las mujeres que componen el 95% de los matrimonios monógamos que aquellas cuyos matrimonios engrosan el 5% de los polígamos. Dios estuvo dispuesto a salvar Gomorra con que hubiera diez inocentes. Por último, el tercero aumenta las dioptrías de la visión del primero. Es interpretar la Biblia como se interpreta el Corán. La verdad reside en unas palabras escritas e inamovibles y no en una Palabra dinámica  revelada por Dios en la carne humana. La Ley de Moisés también se orientó a proteger a la mujer contra el dominio del varón, pero obedecía a la pedagogía de la Ley antigua, que iba a preparar la conciencia del hombre hacia la unidad del matrimonio monógamo, pero en la que aún estaban presentes las huellas de la dureza del corazón humano. La comprensión más profunda de la unidad del matrimonio quedaría confirmada en Jesucristo y por Jesucristo. A partir de ese momento, quedaría mostrada para siempre la dignidad igual del hombre y de la mujer.

La justificación de la poligamia islámica refuerza algunos rasgos propios del matrimonio islámico monógamo. Confirma que el matrimonio es un mero contrato enfocado a perpetuar el linaje paterno, confirma la superioridad del varón sobre la hembra y confirma también que la unión matrimonial no es concebida como la expresión del amor total y, por tanto, único y exclusivo, entre el hombre y la mujer. Y todo esto, poligamia incluida, son rasgos del islam moderado y genuino. No es ni radicalismo ni intolerancia.


 
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