En Oriente, "cristiano" se escribe con ene

La lengua árabe cuenta con dos palabras para decir “cristianos”, nasara y masihiyyun. La primera la emplea el Corán, que unas veces los ensalza y otras los condena. Es el término con el que los musulmanes designan a los cristianos y significa más “nazarenos” que “cristianos”. La segunda, no aparece en el texto sagrado musulmán, deriva de la palabra “Cristo” en árabe y es como los cristianos árabes, adhiréndose a la tradición de los primeros seguidores del Nazareno, se autodenominan: son los masihiyyun, los seguidores de Cristo.

Los cristianos han profesado su fe ininterrumpidamente en las tierras de Oriente Medio desde antes de la llegada del islam. Según los Hechos de los Apóstoles, había árabes entre los que escucharon el discurso de Pentecostés. San Pablo iba hacia Damasco en el momento de su conversión. San Marcos evangelizó Alejandría. En Antioquía los cristianos fueron llamados así por primera vez. En las escuelas episcopales situadas a los pies de los montes kurdos florecieron la filosofía, la medicina, la astronomía y la teología. A principios del siglo VII, Mahoma conoció a los monjes cristianos que habitaban los desiertos de Arabia. Prácticamente en menos de un siglo, los sucesores del profeta del islam conquistaron para la nueva religión todo el Oriente Medio, el norte de África y España. Con ello comenzó la islamización de las poblaciones cristianas orientales que venían profesando el cristianismo desde hacía muchos siglos y adoptaron el árabe, la lengua sagrada del Corán, como lengua propia. Los cristianos se hicieron árabes y con el curso del tiempo, pasaron de ser mayoría a ser minoría.

El islam se encontró con una cristiandad dividida en varias Iglesias: las que no compartieron la doctrina acerca de la persona de Cristo definida en el concilio de Calcedonia (siglo V), Iglesias nacionales vinculadas cada una a un país diferente, y la que profesaron la ortodoxia, fieles al emperador, “malik” en árabe, y que formaron la Iglesia melquita, supranacional y extendida por todo el territorio bizantino. La Iglesia siriaca, que habitaba las tierras de Turquía, Siria e Irak, se dividió en nestoriana y monofisita. La primera se subdividió, a su vez, en asiria y caldea (unida a Roma en el XIX). De la segunda, también conocida como siriaco-ortodoxa o jacobita se escindió la siriaco-católica (unida a Roma en el siglo XVIII). La Iglesia maronita, también de origen sirio, se asentó hacia el siglo VIII en los montes del Líbano y ha llegado a ser la Iglesia nacional de este país. Los coptos, “egipcios” en árabe, se agrupan también en torno a dos Iglesias, una monofisita y otra ortodoxa o griega. La Iglesia ortodoxa se extendió además por el sureste africano: Etiopía, Sudán y Eritrea.

Para los musulmanes, que no son capaces de desenmarañar el complejo entramado doctrinal que une y desune a los cristianos árabes, todos son nasara, seguidores de Jesús, el profeta nazareno, y no de Cristo, el Hijo de Dios. Una de las hipótesis que explica la celeridad de la conquista musulmana de las tierras cristianas es la desunión de la cristiandad que, además, entendió el islam como una herejía cristiana más y no como una nueva religión. La desunión y la pérdida de identidad, contribuyó a que los seguidores del Nazareno no fueran capaces de afrontar el desafío ideológico del islam y, o bien apostataron de su fe, o bien fueron perseguidos y sometidos al islam.

En Occidente, “cristianos” se escribe con la “ce” de Cristo, pero la identidad cristiana cada vez se diluye más. ¿Seremos capaces de afrontar el desafío del islam o acabaremos, como un famoso monje copto del siglo X, lamentándonos porque la islamización ha sido consecuencia de nuestra propia negligencia y deslealtad a Cristo?

 
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