Boko Haram desafía a Occidente

Boko Haram, expresión compuesta por una palabra del hausa (lengua afroasiática), que significa imitación, y otra árabe, que significa prohibido, es hoy sinónimo del islamismo más sanguinario y de la lucha contra la educación occidental en Nigeria. Es la designación popular de un grupo que se autodenomina Liga de la gente de la tradición para la llamada y el yihād. Llamar es invitar a los no musulmanes a entregarse, aslama, al islam. Islām significa sumisión a Dios y el muslim o musulmán es el que se sometea Él.

La población nigeriana se divide, prácticamente a partes iguales, entre cristianos (católicos, anglicanos y metodistas, asentados en el sudeste del país) y musulmanes (sunnitas, asentados en el norte) que durante los últimos 35 años no han cesado de agredirse mutuamente con la palabra y con las armas. En 1970, Mohammed Marwa, apodado Maitatsine (El Acusador) se autoproclamó renovador del islam, basándose en un hadith de Abū Dawūd donde Mahoma anunciaba que al final de cada siglo Dios suscitaría en la comunidad islámica un hombre que revivificaría la religión. El reformismo islámico del XVIII entendió esta revivificación como la eliminación de los elementos bastardos del islam para devolverle su pureza original: sólo restaurando el islam puro de los antepasados (la salafiyya) y adaptándolo a las exigencias de la modernidad, el islam recuperaría su poder político y cultural. Maitatsine murió en 1980 en un enfrentamiento con el ejército y sus seguidores se camuflaron en el norte de Nigeria. En 2002, Mohammed Yusūf, fundó la Liga conocida como Boko Haram. En sus sermones invitaba a combatir la cultura occidental transmitida en las escuelas pluridisciplinares cristianas, católicas y protestantes, auspiciadas por las misiones desde el siglo XVIII y por el Protectorado inglés. En Maiduguri construyó un complejo islámico con una escuela como centro de estudio y difusión del islam y de reclutamiento de seguidores. Tras su muerte, a manos de las fuerzas de seguridad, le sucedió Abubakar Shekau, cuyos ataques recientemente han tenido como blanco predilecto las escuelas nigerianas.

En el Egipto de los años veinte, Hassan al-Bannāʼ, antes de fundar los Hermanos Musulmanes, también se lamentaba por la occidentalización de la sociedad cairota que comenzaba a contagiarse de las costumbres inglesas de los constructores del canal de Suez: «Me sentía abrumado al ver la vida social de la nación egipcia, tan querida para mí, vacilando entre el islam lleno de valores que había heredado […] con el cual se había enriquecido a lo largo de catorce largos siglos, y la potente invasión occidental, armada y provista de todas las antiguas armas de destrucción, como el dinero y el prestigio, las bellas apariencias y los placeres, la fuerza y los medios de información» (Memorias de la predicación y el predicador, El Cairo 1986, 59).

Según la Historia islámica, la época inmediatamente anterior al islam, el periodo sin profecía transcurrido desde Jesús hasta Mahoma, es el tiempo de la yāhiliyya ola ignorancia, marcado por el paganismo al que el Profeta derrotó. El islam es la época de la ilustración y el conocimiento. El fundamentalismo contempla la sociedad moderna occidental, que llama «cristiana», como la neoyāhiliyya. Es el neopaganismo caracterizado, entre otras cosas, por la libertad sexual y el ateísmo. De nuevo hay que combatirlo siguiendo al Profeta. El radicalismo, como el de Boko Haram, instrumentaliza esta visión y derrama sangre para prohibir la perniciosa imitación de Occidente. No tiene razón cuando afirma que Europa es cristiana, pero la tiene cuando denuncia su neopaganismo.

Los designios divinos son inescrutables y, sin embargo, sabios. La presencia del islam es providencial y ha de tener algún sentido. El islam es llamada y desafío para el Occidente cristiano. Al reflejar sus tentaciones más persistentes ha de provocar la recuperación de su identidad. Si se purifica de su neopaganismo y vive en la pureza original del Evangelio de Aquel que derramó su sangre por todos, la sangre inocente derramada en Nigeria tendrá entonces algún sentido.

 
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