Libertad en los asuntos temporales

Grupo de jóvenes orando.

Leí hace poco casualmente unas palabras de San Josemaría que me llevaron a reflexionar:

Libertad en lo temporal y también en la Iglesia, hijos míos. Soy muy anticlerical —con ese anticlericalismo sano, del que os hablo tantas veces— y quien tenga mi espíritu lo será también. Con demasiada frecuencia en los ambientes clericales —que no tienen el buen espíritu sacerdotal— se organizan monopolios con pretextos de unidad, se trata de cerrar a las almas en grupitos, se atenta a la libertad de las conciencias de los fieles —que deben buscar la dirección y la formación de sus almas donde lo juzguen más oportuno y con quien prefieran—, y se multiplican preceptos negativos innecesarios —ya sería mucho que se cumpliesen los mandamientos de Dios y de la Iglesia—, preceptos que ponen enfrente psicológicamente a quienes han de cumplirlos (San Josemaría Escrivá de Balaguer, Carta 9-I-1959, n. 35).

A vosotros [los miembros supernumerarios del Opus Dei], con vuestros conciudadanos, os toca correr con valentía ese riesgo de buscar soluciones humanas y cristianas —las que en conciencia veáis: no hay una sola— a las cuestiones temporales que surjan en vuestro camino. (Ibidem, n. 36)

Me parecieron hoy tan actuales como hace más de 60 años, cuando las escribió San Josemaría. Esto se dijo varios años antes del Concilio Vaticano II, que indicó:

A los laicos corresponde, por propia vocación, tratar de obtener el reino de Dios gestionando los asuntos temporales y ordenándolos según Dios. (…) A ellos corresponde iluminar y ordenar las realidades temporales a las que están estrechamente vinculados, de tal modo que sin cesar se realicen y progresen conforme a Cristo y sean para la gloria del Creador y del Redentor. Lumen Gentium, n. 31.

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Y también:

La Iglesia, con todo, no pretende mezclarse de ninguna forma en el régimen de la comunidad terrena. Ad gentes, n. 12.

Lamentablemente sigue siendo necesaria la denuncia que hizo San Josemaría, porque tantas veces se intentan imponer a los fieles soluciones únicas a los problemas temporales que se presentan como las verdaderamente católicas.

Hoy se habla mucho en la Iglesia del anticlericalismo y del derecho a la libertad de conciencia. Sin embargo se detectan aquí y allá verdaderos abusos de conciencia entre los fieles corrientes cuando los eclesiásticos indican las soluciones concretas a los problemas, utilizando la autoridad espiritual que ostentan.

Parte del problema es la inacción de muchos fieles ante esos abusos. Sería oportuno que sean los laicos, ante los intentos de imponer la solución únicamente católica a los problemas de la sociedad, los que defiendan por los medios legítimos a su alcance, la libertad que Dios nos ha dado, y que es esencial a su vocación en la Iglesia y en la sociedad.