El Papa, heredero de los misioneros

Es solo una película, pero muchas veces la realidad superó la ficción. Sudamérica, continente de misión, ha acogido en sus entrañas a miles de misioneros españoles en los últimos 500 años. Sangre, sudor y lágrimas. Cuántas alegrías. Cuántas frustraciones. Estoy segura que en el cielo todos estos santos están bailando en este momento tangos, bachatas y cumbias.

La tierra de sus fatigas, por la que tantos misioneros dieron su vida, ha dado un gran fruto y hay que celebrarlo: el primer Papa americano. Me imagino el orgullo de un padre al ver dar los primeros pasos a su pequeño. Ver que comienza a hablar, que se gradúa y se casa. Pero la mayor alegría debe ser la del padre que después de tantos desvelos, en su ancianidad, se encuentra con un hijo vigoroso que le acoge en su casa, y le cuida. Algo así ha pasado en este histórico momento.

Como cristiana española siento un gran orgullo sano por el nuevo Papa. Es fruto de una América que pasa de evangelizada a evangelizadora. Es un aire fresco y vigoroso, que viene a trasfundir sangre nueva a Occidente.

Y es nada menos que sangre argentina. Y, según cuentan algunos de los 689 misioneros que están en su tierra, es a la vez un hombre sencillo y enérgico; humilde y con personalidad, sin pelos en la lengua. Es el fruto de siglos de evangelización, y augura muchos más. España pone a disposición del Papa Francisco un gran ejército: nada menos que 14.000 misioneros, que por el Evangelio se pringan hasta el fondo. Vidas que gritan ante mi burguesía, que me ponen un muelle en mi sillón para que no me apoltrone, y me sume a la tarea de la Nueva Evangelización.

El Espíritu Santo una vez más ha hecho cosquillas a la historia. Esperemos que su creatividad acompañe a este Papa recién estrenado, para que, heredero de la misión, la fomente hasta los confines del mundo.

 
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