Congo: pánico compartido

En estos días, estoy viviendo muy intensamente los revuelos de R. D. Congo. Estoy muy sorprendida del silencio de los medios. Conozco a varios misioneros que se encuentran en medio del polvorín. Y sé de primera mano el miedo que están sintiendo. Un matrimonio que lleva 30 años en el Congo, dando su juventud y lo mejor de su familia. Viviendo en la pobreza con sus ocho hijos, viendo como cogían la malaria y no podían hacer nada. Jóvenes que han rechazado una vida cómoda en Europa y han seguido a Cristo hasta un seminario de la zona. Y allí no les esperaba precisamente el paraíso, sino terremotos y volcanes. Gente como usted y como yo, que tienen a sus espaldas la conversión de cientos de personas, personas que se han encontrado con Cristo a través de su desgaste.

Este matrimonio lleva desde el sábado encerrado en su casa rezando. Su dulce hogar se encuentra en Goma, una ciudad del este que está siendo tomada por los rebeldes. El ejercito oficial, al ver que está perdiendo los mandos, esta saqueando la ciudad, entrando en las casas con toda su violencia. Y allí está este matrimonio rezando, dispuestos a dar su vida física. Y esto ¿por qué? ¿Qué necesidad hay de pringarse en estos problemas? ¿Dónde queda la construcción de pozos?

Si estos misioneros están allí es porque han experimentado en su vida que Cristo está resucitado. Y no de boquilla. Saben que la vida no termina la con la muerte, y están dispuestos y expuestos a perderla, por amor a los enemigos. En ellos se muestra lo específico del Dios cristiano, que le diferencia de los otros dioses. Es un Dios que baja a donde se sufre. ¿Dónde está Dios en el sufrimiento?, preguntan muchos. Pues Dios está mostrando a través de ellos que su esencia es acompañar al hombre, caminar con los refugiados, compartir su pánico. En definitiva, que su esencia es amor hasta el extremo.

Dar la vida es literal. El evangelio es literal. Si no, que se lo digan a estos misioneros, y a tantos otros que estén actualmente en Israel, o en tantos países. Incluso los que están dando su vida en una labor silenciosa de vida entregada en países nórdicos, donde no consiguen entablar relación humana más allá de las puertas de su casa.Qué lástima que muchas veces hayamos vendido nuestra primogenitura por un plato de lentejas. La secularización también ha entrado en la Iglesia, suprimiendo la labor espiritual y sacramental de los misioneros. Muchas veces se ha perdido el centro de la misión que es dar la vida por los enemigos, para mostrar a los hombres que la vida tiene un sentido. ¿Enseñar a pescar? Sí, muy bien, pero como un segundo paso. Es algo que se da como consecuencia de este amor.

Ante testimonios así, veo que nuestros misioneros son imagen de Jesús sufriente y resucitado. Y sinceramente, no puedo menos que quitarme el sombrero.

chelizpaula@gmail.com

 
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