Yom Kippur y la confesión de los pecados

Entre el 11 y el 12 de octubre se ha celebrado Yom Kippur (‘día de la expiación’), día décimo del mes séptimo de Tishrei, que es el día más santo del año en el Judaísmo. Se caracteriza por el arrepentimiento y la conversión, la confesión y la expiación de los pecados. En este día, los judíos no trabajan, observan un ayuno de veinticinco horas y rezan con más intensidad y duración en la sinagoga (Lev. 16 y 23.27-32, Num. 7-11).

Según la tradición judía, Dios inscribe el destino de cada persona para el año que comienza en el libro de la Vida el primer día del mes Tishrei, llamado Rosh ha-Shanah (año nuevo), y espera hasta Yom Kippur, el día décimo del séptimo mes, para sellar el veredicto. Durante los yamin noraim (días terribles) o diez días que transcurren entre Rosh ha-Shanah y Yom Kippur los judíos intentan rectificar su conducta y pedir perdón por las ofensas cometidas contra Dios (bein adam le-Makom) o contra otras personas (bein adam le-javero). La víspera (Erev Yom Kippur) y el día de Yom Kippur se dedican a peticiones de perdón (o selijot) y confesiones de culpa privadas y públicas (vidui) y, al final del día, uno espera que Dios las haya perdonado. La oración de la mañana es precedida por letanías y selijot; en la oración de la tarde (mincha), se lee el libro de Jonás, cuyo tema es la disposición de Dios de perdonar a todo el que se arrepiente. La oración de Neila (cerramiento) concluye el día de Yom Kippur.

Levítico 16 describe este ritual del día de la Expiación. En Lev. 16.21, se lee que el Sumo Sacerdote Aaron, “imponiendo ambas manos sobre la cabeza del macho cabrío vivo, hará confesión sobre él de todas las iniquidades de los israelitas y de todas las rebeldías en todos los pecados de ellos, y, cargándolas sobre la cabeza del macho cabrío, lo enviará al desierto por medio de un hombre dispuesto para ello.” En los versículos 32-34, se lee: “Hará la expiación el sacerdote ungido y de manos consagradas para ejercer el sacerdocio como sucesor de su padre: él se vestirá las vestiduras de lino, las vestiduras sagradas, y hará la expiación del santuario sagrado, de la Tienda del Encuentro y del altar. Él hará también la expiación por los sacerdotes y por todo el pueblo de la asamblea. Tendréis ésto como decreto perpetuo: hacer la expiación por los israelitas, por todos sus pecados una vez al año.”

Según el tratado Yoma del Talmud de Babilonia, después de la destrucción del Templo, los judíos acostumbran a estudiar y a recitar el ritual de la expiación del Sumo Sacerdote (Avodah, en hebreo: ‘culto’, ‘servicio’) en Yom Kippur, y a través de este estudio y rememoración, alcanzan la expiación, que en tiempos del Templo se alcanzaba por la realización del ritual. La parte principal de la avodah es la triple recitación de las acciones del Sumo sacerdote con respecto a la expiación por los pecados en el Santo de los Santos.

El Sumo Sacerdote entraba en el Santo de los Santos tres veces y el Tetragrammaton (nombre de Dios) era pronunciado tres veces, una vez por cada confesión. Primero, imponía las manos sobre el toro por sus propios pecados y los de su casa, pronunciando el Tetragrammaton por vez primera, mientras el pueblo se postraba al oírlo. Entonces, mataba el toro como ofrenda por el pecado (chatat). Después, el Sumo Sacerdote echaba suerte sobre dos machos cabríos: uno era elegido para el Señor y el otro para Azazel. Imponía las manos sobre la cabeza del elegido para el Señor y pronunciaba la confesión por los pecados de los sacerdotes, mientras el pueblo se postraba de nuevo. Después, era sacrificado. Imponiendo las manos sobre el cabrito elegido para Azazel, confesaba los pecados de todo el pueblo de Israel y pronunciaba el Tetragrammaton por tercera vez. Mientras él hacía una confesión general, la multitud se confesaba privadamente. El Sumo Sacerdote entonces enviaba el cabrito al desierto y era empujado por un barranco. Cuando se confirmaba que el cabrito para Azazel había llegado al desierto, se quemaban los cuerpos del toro y del cabrito.

Para obtener el perdón el día de Yom Kippur es necesario el arrepentimiento sincero, la firme resolución de corregirse y la confesión de los pecados. Yom Kippur se singulariza por las confesiones públicas y privadas (vidui). Hay dos oraciones para confesar los pecados en Yom Kippur: una corta, llamada Ashamnu (‘hemos pecado’), y una confesión larga, que comienza por las palabras Al Jeyt (‘por el pecado’). Los judíos recitan las dos oraciones nueve veces. Una vez, la víspera de Yom Kippur (durante la oración Minja), y ocho veces, el mismo día de Yom Kippur; dos veces, durante las oraciones de Ma'ariv, Shajarit, Musaf y Minja; y una vez, en la oración de clausura o Ne’eilah. La primera vez se realiza durante la oración en silencio de la Amidah; la segunda, se recita públicamente, durante la repetición de la Amidah por parte del cantor.

Las ofensas entre el hombre y su prójimo han de ser perdonadas por el prójimo para que sean perdonadas en Yom Kippur. En Yoma 8.9, se escribe: “Yom Kippur obtiene el perdón por ofensas de una persona para con Dios. Pero para una ofensa contra el prójimo, Yom Kippur no puede expiar hasta que el hombre haya previamente obtenido el perdón de su prójimo. R. Eleazar ben Azariah explica el texto del siguiente modo: ‘De todos vuestros pecados delante del Señor seréis limpios (Lev. 16:30)’. Yom Kippur expía los pecados de una persona para con Dios; para las ofensas contra el prójimo, Yom Kippur no puede expíar hasta que haya satisfecho a su prójimo.”

Este requerimiento de pedir perdón al prójimo para que a uno se le perdonen los pecados cometidos contra éste aparece también en Ben Sira y en el Evangelio de S. Mateo. En Ben Sira 28:2, se lee: “Perdona a tu prójimo cuando te agravia y así, cuando tú implores el perdón, te serán perdonados tus pecados.” Mateo 5.23 dice: “Si al tiempo de presentar tu ofrenda en el altar, allí te acuerdas de que tu hermano tiene alguna queja contra tí, deja allí mismo tu ofrenda delante del altar y ve primero a reconciliarte con tu hermano; y después vuelve a presentar tu ofrenda.” Y en Mateo 6:14-15, se lee: “Si vosotros perdonáis a los hombres sus faltas vuestro Padre celestial también os perdonará; pero si vosotros no perdonáis a los hombres, vuestro Padre no perdonará vuestras faltas.” 


 
Comentarios
Envíanos tus noticias
Si conoces o tienes alguna pista en relación con una noticia, no dudes en hacérnosla llegar a través de cualquiera de las siguientes vías. Si así lo desea, tu identidad permanecerá en el anonimato