El padre y el abuelo

El abuelo, con su lento caminar, siempre presto a ceder al padre el sitio preferente que ahora le corresponde, primero en el coche, luego en el oratorio. El padre, consciente de la profunda sabiduría del que le precede en edad y en experiencia, se ocupa de cuidar al abuelo porque se sabe en igual dignidad, "somos hermanos". Dos hombres de blanco, volcados en el servicio a la Iglesia, uno desde la oración, otro desde la oración y la acción. Dos hombres sencillos y humildes por igual, dos hijos de Dios que comparten la gracia de haber sido elegidos por el Espíritu Santo para ocupar el trono de San Pedro, ese trono que no es de gloria y poder, sino de servicio entregado.

Después de que se conociese la voluntad Benedicto XVI de renunciar al Pontificado porque le faltaban las fuerzas, se especuló mucho sobre el papel que le correspondería cuando los cardenales en cónclave eligiesen un nuevo obispo para Roma. En varias ocasiones se apresuró a explicar que su única función sería rezar por la Iglesia y que se mantendría oculto al mundo. Así ha sido.

No vimos a Benedicto XVI en la Misa de Inicio del Pontificado de Francisco y muchos vaticanistas están convencidos de que su salida en Castelgandolfo para recibir a su sucesor ha sido la última vez que lo veremos en público aunque quedará alguna imagen robada de un rosario rezado en el jardín. Pero en lo oculto, como funcionan los abuelos que ven en silencio actuar a los padres y solo les aconsejan cuando ellos piden consejo, Benedicto rezará con todas sus fuerzas –para rezar aún le quedan muchas- por el Papa Francisco, para que le sean más llevaderos los problemas que le quedan por lidiar. De hecho, según cuenta nuestra corresponsal en Roma, Blanca Ruiz Antón, al Sucesor de Pedro le espera un documento de unas 300 páginas que no es el supuesto informe que pregonó con falsedad la prensa, sino una colección de consejos, de los consejos que un abuelo da a un padre.

La Iglesia no podría estar mejor servida. Tiene un Papa con experiencia, y años, pero con juventud de espíritu y con fortaleza. Y tiene un Papa emérito que, como un abuelo, vela siempre desde el silencio por la integridad de esta gran familia que conforma la Iglesia. Nos quedamos, al final, con la estampa de dos hombres arrodillados delante del verdadero de Padre, oculto también, presente siempre, en el interior de ese sagrario ante el que rezaron en Castelgandolfo.

María Solano Altaba

@msolanoaltaba

Decana de la Facultad de Humanidades del CEU

 
Portada
Comentarios
Envíanos tus noticias
Si conoces o tienes alguna pista en relación con una noticia, no dudes en hacérnosla llegar a través de cualquiera de las siguientes vías. Si así lo desea, tu identidad permanecerá en el anonimato