La ONU y su 'pontificado'

Ahora que no nos oye Ban Ki Moon, tengo que decirles que la ONU tiene un problema y es que nadie les hace mucho caso. Se supone que se ocupan de las cosas importantes, como las guerras, los procesos de desarme, aquellos pobres saharauis… pero como no tienen mucho efecto en las cuestiones de calado, salen de vez en cuando con cualquier cuestión que no les atañe y así se gestionan un par de titulares que corren en Twitter como la pólvora.

No entro a una chorrada sobre el Valle de Los Caídos porque no es este el medio adecuado, pero sí del controvertido informe sobre los abusos sexuales en el seno de la Iglesia. Donde tiene razón el documento, nadie se la niega. La Iglesia se equivocó con la pederastia, ni la previno, ni la quiso ver en muchas ocasiones, ni la denunció, ni la persiguió adecuadamente.

Pero a Benedicto XVI, que pidió sonoro y público perdón, solo le faltó flagelarse en la plaza de San Pedro y el Papa Francisco ha tomado la misma senda y trabaja para que la curia se ocupe con enorme ahínco de este tema.

Pero a la ONU le ha dado por “pontificar” y decirle a la Iglesia católica cómo tiene que pensar en cuestiones de tanto calado como el aborto o la concepción del matrimonio. Bien está que la ONU defienda a los niños ya nacidos, pero no es muy congruente que pida al Vaticano que deje de defender a los no nacidos.

También se meten a censurar cómo gestiona la Iglesia el sacramento del Orden Sacerdotal. Y a los señores de Ginebra les parece razonable pedir que la Iglesia expulse –en no sé qué sentido de expulsión, si excomunión, si reclusión, si “desbautismo”- a los sacerdotes pederastas.

Pero es que la ONU no termina de entender por qué cauces fluye la Iglesia, que no hace más que firjarse en la misericordia de Dios. Que hace falta una férrea persecución de la pederastia es tan evidente que se trabaja duro en ello, pero que la Iglesia pueda condenar a las penas del infierno al pederasta es algo que no puede pedir la ONU porque está en contra de la naturaleza de la Iglesia, a quien no corresponde juzgar.

La ONU está pidiendo que el Papa Francisco, en el efecto inverso a la evangélica parábola del hijo pródigo, eche del cuerpo místico de Cristo a los pederastas y los mande a comer con los cerdos. Lo que no comprende la ONU es que la Iglesia, que es madre, se ocupará del mal causado por sus hijos, pero seguirán siendo sus hijos. La petición es tan ridícula como exigir a los padres de esos pederastas que rompan y rasguen la página del libro de familia en la que está inscrito el delincuente.

¿Imaginan el dolor de una madre de un pederasta? La tristeza, la vergüenza, el desconsuelo, incluso el sentimiento de culpa por si algo hubo que ella pudiera hacer y no hizo… Así, exactamente el mismo dolor, siente la Iglesia por sus hijos. Pero son, muy a pesar de la ONU, sus hijos. Reprobados, reprendidos, enviados a la justicia civil sin paliativos, pero sus hijos e hijos de Dios.

María Solano Altaba
@msolanoaltaba

 

Decana de la Facultad de Humanidades del CEU

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