Llevar a Dios más allá del ébola

Me decía un médico que ha estado dos años de cooperante en África, que en el tiempo en el que los periodistas en España damos la última noticia del último centenar de muertos por ébola, la malaria se ha llevado a un millar de personas, las fiebres tifoideas a otros tantos, la tuberculosis ha hecho su agosto y alguna fiebre diarréica ha sumado el resto.

Sin embargo, el ébola, que alcanza semejantes cuotas de pantalla por la doble razón de la elevada mortalidad y del miedo morboso que despierta en nosotros, ha situado en el mapa unos países cuyas confusas fronteras no terminábamos de establecer. Y con ellos, nos ha traído, repatriados en avión, o en entrevistas, los rostros de los misioneros que están allí porque quieren.

Ahora es noticia el Hermano Manuel García Viejo. Antes lo fue el Hermano Miguel Pajares, ambos de la Orden Hospitalaria de San Juan de Dios. Allí están otros muchos, como el Hermano Luis Pérez, que hablaba hace solo unas semanas con esta publicación. Lo importante es que todos coinciden en algo. Están allí por voluntad propia para llevar hasta el último de los rincones la palabra de Dios, que no es otra que la palabra de esperanza que necesita un pueblo asolado por la última de las desgracias, esta vez en forma de virus.

Lo llamativo de los misioneros es que en las entrevistas no hablan de medicina. Claro que curan. En el caso de la Orden de San Juan de Dios, en la sanación del cuerpo tienen buena parte de su carisma. Pero sobre todo están, acompañan. Porque en esta crisis que la OMS tilda de mundial y que todos seguimos tan atentos, lo más importante para los misioneros es no dejar solos a cada uno de los enfermos, que, entre la vida y la muerte, con más posibilidades de muerte que de vida, ya ha sufrido el rechazo de los suyos y de los otros.

El misionero lleva a Dios más allá del ébola. Porque su mensaje no se queda en lo circunstancial, en lo cotidiano o en lo anecdótico. No importa si el ébola importa, si es noticia y la malaria no, si sabemos dónde está Liberia. Lo que importa es que cada hombre ha sido creado a imagen y semejanza de Dios, y el misionero ha ido a contárselo a los que no se lo creían.

María Solano Altaba
@msolanoaltaba

Decana de la Facultad de Humanidades del CEU

 
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