¿Cómo era la humanidad de Jesús?

Jesucristo.
Jesucristo.

San Policarpo, uno de los primeros Padres, discípulo de san Juan, ya nos dice: “la imagen carnal de Jesús nos es desconocida”. Y aunque san Agustín señala: “ignoramos por completo cómo era su rostro”, se puede decir que los iconos bizantinos, de gran belleza, todos similares, nos muestran a un hombre de armonía y equilibrio perfectos, de paz y bondad, imagen que coincide con la sábana santa de Turín (aunque hay muchas leyendas y tradiciones, desde san Lucas pintor, la Verónica, y otras por el estilo, que nos hablan de la santa Faz, la reliquia más importante es la de Turín). Esa imagen nos muestra la imagen de una persona alta, de 1.75-1.80 metros, unos 75-80 kilos, etc.) y un rostro sereno sobre el que está trabajando la inteligencia artificial en nuestro tiempo.

Aunque nos sea velado el rostro de Jesús, el salmista nos anima: “¡tu rostro buscaré, Señor!” Fra Angélico decía: “quien quiera pintar a Cristo sólo tiene un procedimiento: vivir con Cristo”. Teresa de Jesús sentía su presencia como si estuviera a oscuras en su misma habitación, sin llegar a verle. Podemos imaginarle con esas manos que curaban,  esos ojos llenos de ternura, la voz dulce y firme llena de autoridad, ese aliento divino que irradiaba de su rostro.

“Toda el alma de Jesús era pura apertura gozosa” (Romano Guardini). Su personalidad infundía confiabilidad y accesibilidad, por eso en el Evangelio le confían las preguntas esenciales más íntimas, por eso nosotros también se las confiamos.

 “Cristo graba su rostro en el alma de aquellos que le buscan y le aman” (Fray Justo Pérez de Urbel). En nuestro interior habita el reino de Dios del que nos habló el Maestro.

Porque Jesús mismo es la buena nueva prometida, su humanidad santísima es la palabra prometida y la salvación: “Tu cuerpo de hombre con blancura de hostia / para los hombres es el evangelio” (Unamuno).

 
Comentarios