La sexualidad: felicidad o fuente de conflictos

Boda por la Iglesia.
Boda por la Iglesia.

Nuestra felicidad, como personas, tiene mucho que ver con el modo de vivir las dimensiones esenciales de nuestra naturaleza humana. Por ejemplo, el modo de cultivar nuestra inteligencia y nuestra voluntad, la afectividad, la fe y también la sexualidad. En estas líneas me voy a referir a esta última cualidad.

Hemos sido creados como hombre o como mujer, igual dignidad y complementarios en nuestra sexualidad. para la subsistencia de la especie humana. Pero como somos seres racionales no nos debemos regir por el mero instinto o atracción sexual, como los animales, seres irracionales.

Nuestra razón, bien ordenada, nos debe hacer ver que en la persona humana la procreación solo debe ser fruto del amor, pero de un amor estable y fiel, comprometido previamente para toda la vida en el matrimonio, porque el ser humano, por su dignidad debe ser fruto del amor y porque ese hijo tiene derecho a tener un padre y una madre que lo amen, lo cuiden, lo formen...

Este modo de vivir la sexualidad es fuente de alegría y de satisfacción, como demuestra la experiencia de tantos matrimonios. La sexualidad vivida así fortalece el amor mutuo, el respeto y la delicadeza, y favorece vivir la paternidad responsable, que lleva a formar una familia numerosa cuando no hay circunstancias objetivas importantes que lo dificultan.

Cuando se trata del noviazgo, el modo correcto de manifestar el cariño será el que corresponda a esa situación, en la que aún no se han entregado el uno al otro en el matrimonio, y por tanto sabrán privarse de las relaciones propias del matrimonio, sin "quemar etapas", que podrían "quemar el amor", como decía Benedicto XVI.

Si por el contrario se busca la relación sexual como mero medio de placer, se pervierte la relación. Si la sexualidad no se vive correctamente puede ser fuente de frustración, de egoísmos y puede dar lugar a infidelidades, abusos sexuales, uso habitual de anticonceptivos, embarazos no deseados, rupturas de parejas y de matrimonios, abortos, etc. Por tanto no es indiferente el modo de vivir la sexualidad: nos puede dar muchas alegrías y hacernos mucho bien, o por el contrario un gran mal para uno mismo y para la pareja o la familia.

Las relaciones sexuales fuera del matrimonio no son manifestaciones legítimas de amor;  prevalece el deseo de satisfacer del placer sexual. La pureza en el amor -tanto en el noviazgo como en el matrimonio- refuerza el verdadero amor y la fidelidad. La impureza deteriora el amor, lleva a confundir el deseo con el amor, favorece el egoísmo y pone en peligro la estabilidad del amor.  Son datos comprobables en la vida diaria. Basta no querer cerrar los ojos y tener la sinceridad y la valentía de reconocer los propios errores.

Otra fuente de conflictos es caer en el error de ir contra nuestro propio cuerpo, como si la orientación sexual fuera una mera opción cultural desligada de la biología. Eso sería negar la evidencia, lo obvio, lo que en siglos y siglos de historia de la humanidad se ha vivido pacíficamente, independientemente de creencias y costumbres: el hombre nunca podrá ser mujer, y viceversa.

La inclinación sexual contraria al propio sexo son excepciones que no pueden justificar cambiar el sexo, porque objetivamente, biológicamente, no es posible cambiarlo por mucho tratamiento hormonal o quirúrgico erróneos que se apliquen. Solo se conseguirá una cierta "apariencia", como un disfraz,  pero nada más, con la frustración consiguiente de no poder cambiar la naturaleza.

 

Esa no es la solución, no puede serlo.  Si esas personas reconocieran lo anómalo de su inclinación, en no pocos casos provocada conscientemente, estarían en condiciones de poder reorientarla adecuadamente.

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