Weiler, Yehoshua y la voz del cristianismo

El profesor Joseph Weiler en Madrid.
El profesor Joseph Weiler en Madrid.

El nativo digital “The Objective” publicó hace unos días una entrevista con Joseph Weiler, judío, ciudadano del mundo de la verdad, ahora nacionalizado español por ser descendiente de sefardíes, uno de los máximos expertos en Derecho Internacional y en las relaciones entre religión y mundo moderno.

El texto, que se titulaba algo así como la omnipresencia de los derechos y el olvido de los deberes, me llegó, a las pocas horas de colgarse, por un buen amigo que me decía que era “de imprescindible lectura”.

A la pregunta de Juan Claudio de Ramón sobre “Si vinculamos esa noción a los orígenes de la integración europea, quizá no fue casualidad que todos los padres fundadores (Monnet, Schumann, De Gasperi, Spaak, Adenauer) fueran católicos devotos”, Weiler respondió:

“Estoy totalmente de acuerdo. No hay duda. En la hora fundacional de Europa prevaleció una profunda ética del perdón y de la redención. Es algo que no hubiera podido hacer Churchill, que quería reventar Alemania y sembrarla con sal. Era un mensaje de perdón. Era un mensaje de esperanza para el futuro. De nuevo: Un sentimiento católico que nos habla de los deberes. Ahora es lo contrario: todo lo que se rompe se supone que se arregla con una nueva ola de derechos”.

Mi buen amigo Jorge Juan Fernández Sangrador ha aprovechado esta entrevista para recordarnos, en una de sus columnas en la prensa local asturiana, que el literato Abraham Yehoshua (1936-2022), agnóstico, calificado como escritor de izquierdas y con varias obras traducidas al español, se preguntaba por qué los católicos se están haciendo oír tan poco en un mundo globalizado.

“Dudáis –dijo Yehoshua- en poner al catolicismo, la belleza del catolicismo, los valores del catolicismo, o del cristianismo en general, sobre la mesa del Nuevo mundo, como partner de una confrontación con las otras religiones. Los cristianos son los más tímidos a la hora de levantar la voz en un mundo en el que las otras dos religiones monoteístas, judaísmo e islam, están siendo cada vez más fuertes.

¿Y todo esto por qué? “Veis a la Iglesia como un museo y no como un lugar desde el que podéis trasmitir energía e ideas. No soy católico ni cristiano, pero opino que la voz del cristianismo es muy débil”, añadió.   

¿Cómo hacer que la voz del cristianismo deje de ser débil? Está claro que no sirve gritar, que la memoria de las voces es líquida, que la audición es selectiva, que hay mucho ruido, que ya no se oyen voces sino susurros.

Pero esa fe, que viene del oído, no puede dejar de escucharse como se escucha la voz de la madre por parte del recién nacido. Una voz que es y representa el mundo, su mundo, un proyecto de vida en el mundo, de futuro.  

 

Quizá la voz del cristianismo no se escuche ya porque ha perdido la eficacia de ser suelo nutricio de humanización más allá de los humanismos utilitarios y reguladores de culpa y conciencia al uso.

La voz del perdón y de la redención ha perdido su capacidad de interpelar a la vida con un discurso que suena ya a sabido. Tan sabido como poco experimentado. Quizá la tarea del cristianismo hoy sea crear oportunidades para experimentar lo que pensamos cultural y socialmente conocer pero, de verdad, desconocemos porque no hemos experimentado por no tener la oportunidad de un adecuado encuentro.  

Lamentaría que el cristianismo no se escuchara hoy por incomparecencia de testigos. El juicio de la historia.  

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