Trampas para sacerdotes

Jornadas de actualización pastoral.
Jornadas de actualización pastoral.

A principios de esta semana tuve la oportunidad de pasar un jornada en la Facultad de Teología de la Universidad de Navarra para asistir a las Jornadas de este año de actualización pastoral.

Más de un centenar largo de sacerdotes de toda España, de todas las edades, de muy variados estilos, se dieron cita en Pamplona para lo que me pareció una ITV del pulso sacerdotal. 

Al margen de las conversaciones de pasillo, siempre edificantes e incluso ilustrativas, y lógicamente las conferencias, los diálogos posteriores a las ponencias, en los que los sacerdotes planteaban sus dudas, sus peguntas, incluso ponían sobre la mesa sus experiencias pastorales, se convirtieron en una certera radiografía de lo que piensan y hacen los sacerdotes españoles.

No sé si los que allí estaban son representativos del clero en España, un clero, ciertamente, plural. O sólo son representativos de una, digámoslo, escuela o estilo. Por la variedad eran difícilmente encasillables. 

¿Cuáles eran esas preocupaciones? Voy a contestar retomando algunas ideas de la conferencia inicial, que me pareció una magnífica síntesis.

La impartió un sacerdote, relativamente joven, Carlos Villar, que es el director espiritual del Colegio Romano de la Santa Cruz. Por cierto, autor de espiritualidad de éxito, según he visto como se ha movido su último libro.

La conferencia versaba sobre cómo hacer presente a Cristo en el mundo con la propia vida. Aunque dijo que había hecho la tesis doctoral en espiritualidad sobre San Francisco de Sales, y eso se notaba, en algunos momentos no sabía yo muy bien si estaba hablando por sí mismo o estaba citando, por ejemplo, a Don Giussani, cuando respondió a la pregunta de por qué la fe no arraiga y dijo que porque está separada de la vida, del mundo, de la carne. E invitó a los allí presentes a “abrazar con fuera el drama de la vida, a abrazar con fuerza la humanidad”.

O cuando dijo que “no se trata tanto de explicar mejor las verdades de la fe como de edificar sobre la humanidad del otro”.

Ya desde el principio me enganchó su propuesta al referirse, citando a Romano Guardini, que junto con Hans Urs V. Balthasar me parecieron estar dando cobertura a su intervención, a los peligros de esa “fe químicamente pura” que ha desarrollado cierto cristianismo a partir de la fragmentación por la ruptura de la unidad del mundo vida, por citar a Husserl.

 

Eso quiere decir que su propuesta teológica, y posteriormente pastoral, me pareció fresca, aseada, novedosa, incluso diría moderna, en el buen sentido de la palabra.  

El análisis de las deficientes respuestas a ese proceso de una “fe químicamente pura”, como puede ser una interiorización de la fe separada del mundo, intimista, una fe sin tener en cuenta la materia, la carne, que ha llevado a no pocas almas a tener miedo a la dimensión carnal de la vida, o las respuestas apologéticas, abstraídas de la realidad, condujo al ponente a una reflexión sobre el encuentro con Dios no sólo en el mundo, sino a través del mundo, que firmaría cualquier cristiano de a pie.

Por último se refirió a cinco trampas en las que puede caer el sacerdote, como si estuviera sacando la síntesis de no poca acumulada experiencia de conversaciones sacerdotales.

No voy a repetirlas, pero las referencias a la vanidad, a la ansiedad afectiva, al riesgo del narcisismo, al estar expuesto constantemente a los demás, al qué dirán y los procesos internos que eso genera, a la necesidad de reconocimiento, o al aislamiento o la soledad, me parecieron un diagnóstico tan certero como real.

Lo que me llevó a preguntarme. Y nosotros, los fieles cristianos laicos, ¿qué podemos hacer para que los sacerdotes no caigan en esas trampas?

Con la luz de las estrellas no se puede leer, por eso tenemos que leer con la vida de los santos, no pocos de ellos, sacerdotes.

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