El señor Nuncio quiere a España

Bernardito Auza en la Conferencia Episcopal.
Bernardito Auza en la Conferencia Episcopal.

Ocurrió el pasado lunes en la Asamblea Plenaria de la Conferencia Episcopal. Le tocaba el turno de intervención al nuncio de Su Santidad en España, monseñor Bernardito Cleopas Auza. La expectativa no era pequeña. Todo el mundo tiene puesta la mirada en el señor nuncio. Cualquier palabra suya, cualquier gesto, incluso cualquier silencio, es rápidamente interpretado. Pero don Bernardito parece que se las sabe todas. Y se mueve con ese estilo señero de la diplomacia vaticana. Iba a decir de la “finezza” italiana, pero ahora no sé si está en alza lo italiano, incluso en Santa Marta.

Comenzó el nuncio su discurso. Por cierto, hay que leerlo con detalle, porque don Bernardito matiza y bien. Matiza y clarifica. Tomista, diría. Un ejemplo, al hablar de la sinodalidad, un concepto y un término in fieri, se refiere a “comunión” y “colegialidad” con lo que está anclando ese proceso en los parámetros adecuados. O al hablar de los ministerios laicales y la cuestión de la mujer. O al referirse a la cuestión de la educación.

Es cierto que su discurso tuvo algunas peculiaridades. No sé si ha sido muy frecuente –no lo recuerdo- que en una intervención se refiera al obispo secretario general de la Conferencia, monseñor Luis Argüello. Don Luis es, en estos momentos, el objeto del deseo de la Iglesia en España. Pero ése es otro tema del que habrá que hablar más adelante y con profusión.

A lo que vamos. Estaba concluyendo su discurso cuando don Bernardito aprovecha la oportunidad para referirse a la Evangelización de su tierra natal, Filipinas, en su Quinto Centenario. Lo hacía para agradecer a la Iglesia en España esa gesta asiática. Y en ese momento, al señor nuncio, que parece que España se le ha metido ya en el alma, se le hizo un nudo en la garganta que percibieron los obispos y que provocó un aplauso espontáneo de los asistentes.

Es posible que don Bernardito haya abierto la “Via commotionis”  del ministerio diplomático. Hasta ahora teníamos la via facti, la via concesionis, la via compromisii. No llegamos a la concilii. Ahora tenemos la vía de la emoción. No está mal que se perciba que los nuncios tienen, además de inteligencia y perspicacia, corazón.

Esta expresión de una sinceridad sentida quiere decir, además, que España, con sus peculiaridades, la Iglesia en España, con sus complejos y complicaciones, es capaz de enamorar a los nuncios.

Tendría que recordar si en el pasado inmediato ocurrió así con otros legados pontificios. No voy a entrar en más detalles si comienzo la lista con Federico Tedeschini. Pero lo que está claro es que España ha cautivado a don Bernardito. Un hombre eclesial y gran trabajador, constante y consciente. Don Bernardito ha entrado ya en lo mejor de la Iglesia en España.

 
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