El secreto de sor Verónica Berzosa y las suyas

Verónica Berzosa, fundadora de Iesu Communio.
Verónica Berzosa, fundadora de Iesu Communio.

Recibí hace unos días el texto de una intervención reciente en Jaén de sor Verónica Berzosa, la Madre Verónica, la “hacedora” del “milagro” Iesu Communio.

La verdad es que no soy un Veronicólogo, ni un IesuCommuniólogo. Estuve una vez, creo, con mi recordada María Rosa de la Cierva, supongo que en alguna correría relacionada con mi pasado eclesial madrileño. No he estado en La Aguilera.

El texto de su intervención, titulado “Si tengo libertad, ¿por qué me siento prisionero?”, está a la altura de un tratado espiritual de un padre/madre de la Iglesia.  Sin exageraciones. Por la capacidad retórico-argumentativa, por la forma de expresar el sentido de la libertad humana y cristiana, por la profundidad espiritual.

Se ve que detrás de lo que dice hay mucha oración, que se traduce en una sabiduría, fresca, actualizada, como de una bodega bien aseada, que conoce al interlocutor y que sabe que habla de corazón a corazón. Sin afectaciones, ni lenguajes raros, ni poses de esas a las que tanto nos tienen acostumbrados algunos.

Arrancó con la experiencia de una joven de 24 a la que se le acababan de hacer un trasplante de corazón. “Una joven bella, deportistas, incluso había logrado más de un triunfo, que se comía el mundo, llena de sueños para su vida”.

A partir de ahí se lanza a explicar qué es el amor de Dios, qué es la libertad, qué es la vida en Cristo, cómo es Su corazón. “Dios no crea “marionetas con hilos invisibles”, como un día me tocó escuchar… Dios está a favor de la libertad del hombre, no es un rival del bien del hombre. Él es la Fuente de la libertad”.

“Dios respeta y defiende nuestra libertad más que nosotros mismos, pero nunca se cansa de proponer al hombre metas más altas para su vida con la novedad, el atractivo y la belleza del Evangelio que dinamitaría una vida gris y rutinaria, aburrida”.

No voy a seguir porque tendría que estar reproduciendo textos y textos de su conferencia. Se pronunció durante el Simposio Internacional San Josemaría este pasado 20 de noviembre.

Entiendo que sor Verónica, la Madre Verónica, y las religiosas de Iesu Communio, tendrán su cruz, o sus cruces. Y que las peores serán las de los de casa, ya saben.

 

Pero mientras su palabra rezume ese santo espíritu, hay que estar tranquilos. La paciencia, decía el famoso teólogo Alain Kleder, es la que hizo posible el milagro del cristianismo de los primeros tiempos. Paciencia que era mucho más que paciencia. Misericordia, al fin y al cabo. 

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