El secreto del arzobispo de Granada

El arzobispo de Granada, sí, el arzobispo de los casos de pederastia que están bajo secreto de sumario, y que se teme se eleven pronto a sumario –ojo con los presuntos delitos-, sorprende siempre que habla. Y más cuando publica.

Una de sus aficiones más acreditadas, su secreto a voces,  es la de traductor de libros de literatura cristiana europea moderna y contemporánea, en particular, de las obras del escritor francés Charles Péguy.

Muestra reciente es la edición, por primera vez en castellano, del libro “El frente está en todas partes”, selección de textos del inclasificable autor francés realizada por el teólogo Hans Urs von Balthasar.

La edición de este singular volumen, de alta calidad y rigor, editado por Nuevo Inicio, cuenta, además, con otra sorpresa que nos regala monseñor Javier Martínez: una extensa introducción, firmada al alimón con el catedrático de la Universidad de Granada, Sebastián Montiel, con fecha de cinco de septiembre de 2014. Texto que leído en estas calendas se podría calificar de profético en dos cuestiones: la referida a lo que significa Francia en el conjunto de las naciones occidentales –con motivo de los recientes atentados yihadistas- y en lo que dice respecto a la situación interna de la Iglesia.

Recuerda monseñor Martínez la relación de Péguy con el caso Dreyfus. De la repercusión de este aso, señala Péguy que “el affaire no tendría la repercusión universal que tiene si Francia no fuera objeto desde hace mucho tiempo, y no lo siguiera siendo, de una singular atención por parte de todos los pueblos. Esa atención es la parte mejor de su herencia”. Y añade, respecto a esa herencia de los valores de la revolución francesa, que “lo nuevo en la historia del mundo es que un pueblo haya convertido para sí mismo en una atmósfera lo que hasta entonces no había sido más que un medio para que respiraran algunas conciencias”.     

Sobre la situación interna de la Iglesia, al margen de las referencias “a los elefantes que acuden a pisar los jardines de la gracia”, ve con claridad que la degradación de la vida de la Iglesia no tiene su raíz en los ataques de los enemigos de fuera, sino que procede del interior. Los cadáveres tendidos a lo largo del camino son el resultado de una verdadera guerra civil. Una guerra en la que la primera víctima es la gracia de Dios.


 
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