A propósito del diálogo

Una vez le preguntaron a la escritora danesa Isak Dinesen por qué escribía sobre tiempos remotos. Su respuesta fue clara: “El presente siempre es incierto; nadie ha tenido tiempo de observarlo con tranquilidad”.

La incertidumbre del presente atenaza, en no pocas ocasiones, el juicio sobre la realidad. Máxime cuando las versiones y, por tanto, las visiones están tan polarizadas.

Una muestra. Acabo de leer que hay quien ha escrito, a propósito de un tuit de monseñor Juan del Río, que “el arzobispo castrense ataca la Iglesia y la convivencia”(sic por cierto). A don Juan se le acusa, en el texto, de “soberanista español, fanático y violento”. Para qué seguir. Así para empezar. Para qué seguir…

La cuestión que también se plantea es si la sociedad polarizada, y en no menor media secularizada, ajena a los marcos mentales de la propuesta de la Iglesia, es cada vez más ajena a la posibilidad de comprender en su sentido pleno algunos conceptos, o su uso en determinados contextos argumentales.

No tengo tan claro que una parte de la sociedad española sepa, o quiera saber, o le interese saber, qué es lo dicen los obispos. Si existen silencios en el texto, no siempre hay que interpretar lo que se dice condicionado por lo que no se dice.

El diálogo no es un término ideológico, ni es patrimonio de la izquierda, ni del progresismo revolucionario al uso, frente a otros conceptos predominantes de otros ámbitos de pensamiento. No se puede, ni se debe identificar el uso que por ejemplo hace Pablo Iglesias, artífice de las propuestas más activas de demolición del sistema –como se ha visto estos días- del término dialogo, y el diálogo tal y como lo plantean los obispos. La palabra es la misma, pero no son idénticos siempre los contextos, las intenciones, la jerarquía de fines y tiempos de propuesta que acarrea el uso concepto.

Por ejemplo, para entender y no precipitarse en el juicio respecto a lo que los obispo dicen, y quieren decir, sobre el diálogo hay que tener delante el uso –el bagaje- que este término tiene en el magisterio no solo pontificio, Pablo VI, sino en el de la Conferencia Episcopal.

Un libro que hay que rescatar estos días y poner encima de la mesa es el titulado “Moral política. Magisterio de la Conferencia Episcopal Española 1972-2002”, editado por la CEE en 2006.

En el índice de conceptos de ese libro, la palabra diálogo aparece referida en más de una docena de documentos a lo largo del período de la democracia. La primera referencia, en “Constructores de la paz”, es de san Juan Pablo II en su mensaje para la Jornada mundial de la paz de 1986, en donde queda claro que el diálogo no es una estrategia para deslegitimar al otro, ni para dejarle en evidencia, ni para afianzar la perspectiva ideológica propia.

 

Y así podríamos continuar con varias citas más.

Estos días, he oído y he leído demasiadas referencias instrumentales a lo que dicen los obispos que no se corresponde con lo que de verdad han dicho. Frases sacadas de contexto, sin tener en cuenta los otros términos de la proposición. 

Como decía un viejo profesor de Sagrada Escritura, todo texto, fuera de sucontexto, se convierte en un pretexto. Y en esas estamos. 


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