El profesor Müller en Madrid

El Cardenal Gerhard Ludwig Müller en el Casino de Madrid.
El Cardenal Gerhard Ludwig Müller en el Casino de Madrid.

En contra de lo que dice el programa de las Jornadas sobre Benedicto XVI, que se inauguraron ayer y continuarán hoy en Madrid, yo no podré asistir este jueves a este evento.

Eso significa que no estaré en las intervenciones de los obispos españoles, ni en la del cardenal Gerhard Ludwig Müller.

Esto motivó que el martes me pasara por su conferencia en el Casino de Madrid. Ya se ve que ahora la moda es que los cardenales conferencien en ámbitos laicos, quizá por eso de salir a las periferias.  

Con esto de que el cardenal Müller se ha convertido en una especie de conciencia crítica del pontificado, uno no sabe las reales razones de la masiva asistencia. Público de nivel, en todos los casos, atraídos por la figura de San Juan Pablo II que era el reclamo. 

Cuando estaba escuchando al cardenal que fue prefecto de Doctrina de la fe, me dio la impresión de que a quien estaba oyendo era al catedrático de Teología dogmática. Y eso me alegró. Me interesa menos el cardenal succionado por el hoy de la Iglesia que el investigador y profesor que tiene que dar razones de la fe católica en un contexto mundial, cultural, siempre complejo.

Está claro que el cardenal Müller tenía muchas ganas de hacer determinadas afirmaciones. Y las hizo. En primera fila, el cardenal Rouco y monseñor Martínez Camino asentían a una exposición de la contribución de España a la fe católica y a la configuración de la civilización occidental.

La tesis, varias veces repetida, sería que España jugó un papel clave en la defensa de la divinidad de Cristo y en la configuración de la misión católica. Ahora, ante el proceso histórico de reconfiguración, reinicio lo llaman algunos, de lo humano -transhumanismo y posthumanismo-, el papel de España sería el de la defensa de lo humano que es propio de lo humano desde Cristo como sentido, camino de la persona. 

La conferencia no podía no citar a Nietzsche, a Heidegger. También me llamó poderosamente la atención la explicación que dio de la literatura de Orwell, su relación con España, y con determinados proyectos actuales en la sociedad. O el análisis del pensamiento que hizo de Noel Yoah Harari.

Indudablemente habló de la modernidad, de la contribución de la civilización española a la modernidad, un tema, por cierto, muy de Benedicto XVI.

 

Y lo hizo con densidad, como si estuviera en un acto académico en un  centro universitario. Haciendo un notable esfuerzo para hablar en español, y que se le entendiera, quiso dar sentido al sinsentido del presente, delinear el horizonte en el que nos encontramos para incidir en la misión, en la propuesta de Cristo como propia de la pretensión cristiana, que siempre es una pretensión de verdad.

Omito algunas frases que son titulares de libro y que seguro habrán leído en las crónicas periodística. Tengo que confesar que aunque la conferencia me pareció novedosa en la lógica argumental, hubo un cierto tono que me sabía a otro tiempo. Quizá porque el oído se ha empezado a acostumbrar a que las intervenciones de los eclesiásticos, por no utilizar el término jerarquía, tienen ahora otra música, espero que no otra letra.

Como respeto al profesor Müller desde que, siendo un mero docente, venía a san Dámaso a darnos un curso anual concentrado de dogmática, me sigo quedando con su perfil de académico. No en vano, con frecuencia, recurro a su magnífica “Dogmática”, publicada por Herder.

Es decir, me hubiera gustado que profundizara, desde la teología, por ejemplo, en el papel de la doctrina en la vida de la Iglesia. La doctrina como narración de la propuesta soteriológica; la doctrina como descripción de la evidencia de verdad cristológica. Incluso desde la perspectiva histórica. 

Quizá sea lo que más me interesa del profesor Müller. Y no sé si coincide con lo que le interesaba a parte del público allí congregado.

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