De periodistas, sacerdotes y cardenales
La historia siempre es maestra de la vida.
Ocurrió en 1972, en Zaragoza.
Había, en aquellos tiempos en España un grupo de sacerdotes, no menor, que se habían unido en torno al nombre de Hermandad Sacerdotal Española.
Para algunos en la Conferencia Episcopal eran los curas tradicionalistas, los franquistas, lo que se oponían al Concilio Vaticano II y a su implantación, los que pretendieron dinamitar la Asamblea Conjunta de 1971.
Para otros eran sacerdotes fieles al magisterio, pobres, piadosos, que estaban en contra de las interpretaciones y aplicaciones del Concilio Vaticano II que dinamitaban el propio Concilio. Claro está que contaban con el apoyo, no siempre público, de un grupo de obispos.
Durante el 26 a 29 de septiembre celebraron junto a la Virgen del Pilar unas Jornadas sacerdotales. Habían pedido un mensaje y una bendición al Papa Pablo VI, pero no les llegó. En las Jornadas estuvo un periodista, corresponsal de “La Croix”, Lecrecq, que tenía amistad con el cardenal Villot, que estaba en Roma y acababa de dejar de ser Secretario de Estado.
Cuando el jesuita P. González Quevedo, que era el conferenciante, se refirió a la ausencia del mensaje papal dijo: “No estamos aquí para decir que el Papa está con nosotros, sino para decir que nosotros estamos con el papa”. Un aplauso multitudinario irrumpió en la sala.
El periodista de “La Croix” llamó a su amigo el cardenal Villot y le contó lo sucedido. “Habéis hecho mal en negar a los sacerdotes la bendición papal”, le dijo. “Quien manda, manda”, contestó Villot. “Pero para eso están, o deben estar, los que están al lado de quien manda, para informarle debidamente, de modo que no cometa fallos como el de ahora. Había que haberle hecho saber que estos sacerdotes encarnan la ortodoxia y es lo mejor que tiene en la Iglesia”, le replicó el periodista.
