La patata caliente de los obispos

Hoy lunes se celebrará la rueda de prensa en la que se va a informar de los trabajos de la 110 Asamblea Plenaria. Curioso cambio. Estas comparencias suelen ser los viernes, día final de los trabajos en Añastro. Pero las exigencias del guión, y una voluntad de manufactura, aconsejan comenzar bien la semana.

Es cierto que el tema que con toda probabilidad ha interesado más a la opinión pública es el de Cataluña, cuestión abordada en la sesión reservada, secreta, con secreto de sumario y de intervenciones varias.

Pero en esta Plenaria, los obispos, en continuidad con documentos anteriores, han trabajado una materia que, sin duda, tiene más trascendencia que la secesión de Cataluña. La cuestión de la ideología género es, probablemente, el reto más importante al que se enfrenta la conciencia cristiana en nuestro días.

La impresión general de los obispos, una vez hubieron escuchado el magnífico trabajo de monseñor Mario Iceta, basado en informes de algunos especialistas que sorprenderían a la opinión pública, fue la de que la revolución del sesenta y ocho ha triunfado ahí, en esa ideología, y que representa la síntesis de la ingeniería antropológica que el mundo posthumano proyecta. 

Por cierto, una cuestión, la de la ideología de Género, ya tratada, se podría decir en primera instancia, por los Vicarios de Pastoral durante su encuentro de los pasados días del 15 al 17 de noviembre. Con lo que el ambiente estaba caldeado. 

Y no digamos nada de lo que se dijo sobre la “ley viniente”, –no sabemos si en diciembre o cuándo-, la de igualdad LGTBI y demás familia, que es uno de los atentados más evidentes contra algunos principios básicos del Estado de Derecho vigente.

Al margen de consideraciones teóricas, las preguntas sobre qué hacer, y cómo, fueron constantes en la Asamblea. Ante la ley, y ante el empeño de determinadas formaciones políticas, y ante el silencio consentido y cómplice de otras, los obispos saben que en este tema se parte del debe y no del haber, por tanto, patata caliente, además de inflamable en la opinión pública.

Partamos de la base de que aún no se ha encontrado una forma de narrativa adecuada para afrontar esta materia por parte de la Iglesia. Excepto, la forma de presentar esta cuestión por el Papa Francisco. Pero claro, el Papa Francisco es el Papa Francisco.  

El cardenal Cañizares, que se ha empeñado a fondo en esta Asamblea, apostó desde el principio por dejar las cosas claras en el espacio público. Mientras que hubo otros prelados que seguían instalados en el “ya, pero todavía no”. Ya sabemos, pura escatología. 

 


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