La pastoral del obispo de Lugo
La diócesis de Lugo ha sido protagonista, en los últimos días, de la atención de los medios de comunicación. Infausta coincidencia con lo que debiera haber sido el motivo de la atención eclesial.
La detención de un franciscano, que prestaba atención a los peregrinos en el Monasterio de O Cebreiro, ha coincidido con la publicación de uno de los textos pastorales más interesantes de los publicados en los últimos tiempos en España. “La Vida Consagrada al servicio del mandamiento de amor” es el título de un amplio escrito de monseñor Alfonso Carrasco Rouco.
El obispo de Lugo, que pertenece en la Conferencia Episcopal a la Comisión de Doctrina de la fe, ha trabajado durante los últimos en la elaboración de una carta pastoral que profundice en la contribución de la Vida Consagrada a la misión de la Iglesia. Un texto que no obvia ninguna de las cuestiones que, ahora, se llaman candentes.
Como por ejemplo, la relación entre carisma y jerarquía, o la que existe entre los religiosos y los nuevos movimientos. La perspectiva del texto es siempre teológica y está bien fundamentada en un conocimiento exacto de la eclesiología del Concilio Vaticano II. Hay que destacar que el lenguaje que utiliza no es solo para iniciados.
Monseñor Carrasco Rouco señala, por ejemplo, que “la historia de la Iglesia es testigo de una gran riqueza de experiencia y de una gran variedad de “institutos”, entre los que se cuentan también diversos que comprendieron su misión específicamente dentro del mundo”.
Ante la proliferación de perspectivas desde las que se quiere fundamentar la vida consagrada, el obispo de Lugo apunta que “todos los fieles cristianos necesitan el testimonio de esta caridad radical; a todos urge verla realizada y posible en este mundo, experimentar sus dimensiones intrínsecas de virginidad, pobreza y obediencia. Todos necesitan avivar siempre de nuevo la memoria de la propia vocación a la santidad. Pues la llamada a la perfección en el amor resulta ser siempre una novedad tan radical, que fácilmente es olvidada cada día también por el cristiano; más aún, al vivir muchas veces amoldados a las “formas de este mundo”, esta vocación divina a la caridad llega a no ser entendida, incluso a no ser creída o a ser directamente negada –quedando quizá sólo como presentimiento de una plenitud a la que no se tiende ya realmente en la vida”.
“La Vida Consagrada al servicio del mandamiento del amor”, que no olvida el testimonio de la vida en clausura, es una invitación al mundo de los religiosos a una reflexión conjunta sobre su testimonio profético, en la Iglesia y en la sociedad.
Como nos recuerda monseñor Carrasco Rouco, “el testimonio de esta caridad evangélica, por su radicalidad, seguramente será siempre incómodo para los fieles y para el mundo. Pero es un don providencial, de valor inapreciable para el camino de cada uno y de la Iglesia, particular y universal. Por ello es también de tanta importancia la fidelidad de la vida consagrada a su vocación, que realice su misión en la unidad de la comunión eclesial, que se comprenda como parte sustantiva de su realización viva”.