Los otros párrocos de Altamira

La crítica de la película Altamira escrita en “Aceprensa” por Alberto Fijo dice entre otras afirmaciones: “Hay sobredosis de villano de opereta personificando el pretendido oscurantismo clerical ante las pinturas prehistóricas y un relato de los hechos plano, elemental y maniqueo”.

Y añade más adelante: “Pero el desafortunado tratamiento de la historia propicia unas interpretaciones esdrújulas y un academicismo acartonado, con problemas de ritmo y falta de fluidez”.

Han sido varias, y acreditadas, las voces que se han alzado contra esta versión sobre el rol de la Iglesia en el film, historia plana y maniquea. En particular, las que han señalado la fe católica de don Marcelino Sanz de Sautola y de su apoyo científico, Juan Vilanova.

Tengamos en cuenta, para ser justos desde la historia y con la historia, que el clero de la parroquia y abadía de Santa Juliana, de Santillana del Mar, se ha caracterizado, a los largo de los tiempos, por ser particularmente sensible a las ciencias naturales y humanas. Ahí están las biografías de los párrocos Mateo Escagedo  Salmón, Juan Antonio de la Lama Arenal –teólogo y físico, que fue invitado por la casa Philips a Madrid para desarrollar sus conocimientos- o Julián Ortiz de la Hazuela.

Pero hablando de historia, de las relaciones entre la Iglesia y la paleontología, hay que tener en cuenta las biografías de una serie de sacerdotes de la diócesis de Santander que están ligados a la historia de las cuevas de Altamira y que forman parte del verdadero relato.

De entre ellos hay que destacar al sacerdote cántabro, Hijo adoptivo de Santander,  Jesús Carballo Toboada (1874-1961), prehistoriador, sin cuyo trabajo las cuevas de Altamira no se habrían declarado en su tiempo patrimonio de la Humanidad de la UNESCO.

Hablar del P. Carballo significa referirnos a la constelación de sacerdotes paleontólogos de aquella época. Entre otros, Hugo Obermaier (1877-1946); el abate Henri Breuil (1877-1961), que publica, junto con el anterior, “La Cueva de Altamira en Santillana del Mar” el paul P. Lorenzo Sierra (1872-1947), director del Colegio San Vicente Paul de Limpias; el P. Valeriano Andérez Alonso (1905-1954), catedrático de la Biología y Antropología de la Universidad Pontificia de Comillas, en Cantabria; el P. José María Ibero Orendain (1870-1961), profesor de Paleoantropología en el Centro de estudios de los jesuitas de Oña; o los sacerdotes coetáneos de Carballo, franceses, Glory; Derbenoiux; los hermanos clérigos Douyssonie.

Por no referirnos a la siguiente generación, la de José Miguel Barandiarán, el marianista Ignacio Barandirán Maeztu, el dominico Juan Fernández Tresguerres, o los sacerdotes Jesús Altuna y Juan María Apellániz.

Y, por último, cómo olvidarme del discípulo dilecto del padre Carballo, el sacerdote recientemente fallecido Joaquín González Echegaray, fundador y primer director del Centro de Investigación y Museo Altamira, entre otros muchos cargos.

 

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