De obispo del vino a obispo del cava

Incógnita despejada. El papa Francisco, el mismo Papa Francisco, de la Iglesia de los pobres, de la reforma de la Iglesia, de la invitación a armar lío, ha decidido que el sustituto del cardenal Martínez Sistach sea el obispo de Calahorra-La Calzada y Logroño, monseñor Juan José Omella.

Desde los tiempos de Pablo VI, con la decisión de que monseñor Marcelo González Martín, don Marcelo, fuera a Barcelona, no se había producido un movimiento de esta naturaleza. Esperemos que la historia no termine, en esos predios, como entonces.

Desoyendo los cantos de sirenas de no pocos, el Papa Francisco ha enviado un mensaje muy claro, que se puede sustanciar en los siguientes aspectos, de entre otros muchos.

La Iglesia no juega al juego del mudo de la política, ni la política marca su agenda, ni las reglas son equiparables. La clave en la designación de un obispo es la capacidad de éste para hacer viable el Evangelio. No debemos olvidar que el lema episcopal de monseñor Juan José Omella es el centro nuclear de este pontificado: “Por la entrañable misericordia de nuestro Dios”, la misericordia. Por tanto, lo que necesita la Iglesia en Barcelona , y la sociedad, es esa misericordia capaz de reconciliar lo que está dividido.

El Papa, además, da muestras de una soberana libertad a la hora de decidir las grandes sedes episcopales, que no sabemos si serán cardenalicias. Teníamos algunos apuntes de la predilección del Papa por monseñor Omella, quizá por lo que le haya contado uno de los grandes amigos del nuevo arzobispo de Barcelona, el cardenal Oscar Andrés Rodríguez Madariaga. Y también por un pequeño empujoncito del cardenal Fernando Sebastián, aragonés como el recién nombrado, y una no menor propaganda del arzobispo emérito de Zaragoza monseñor Elías Yanes.

En la red está colgado aún el vídeo de la visita Ad limina de los obispos españoles al Papa Francisco en el que se ve cómo monseñor Omella saluda por primera vez a Francisco y se presenta como “el obispo del vino”. De ser el obispo del vino a ser el obispo del cava. No está mal. La espontaneidad de la respuesta del Pontífice es toda una premonición.

Es cierto que, tanto en la relación personal como en las distancias largas, monseñor Omella representa naturalmente el perfil del obispo que quiere el Papa Francisco. Misionero en su juventud sacerdotal, su entrega a los pobres –Consiliario nacional de Cáritas y presidente de la Comisión de Pastoral social-, avalan su trayectoria. Un hombre que en sus homilía habla con el lenguaje del Papa Francisco, con un fino sentido del humor y con una no menor inteligencia práctica para saber moverse en los entramados curiales. Además, el tesón con el que persigue las causa que considera justas le acreditan en la insistencia y en el empeño que va a tener que demostrar en un ambiente complejo, por no decir no muy propicio.

Ahora solo queda esperar a que monseñor Omella llegue a Barcelona y comience a sembrar la nueva época del Papa Francisco. Y lo haga para facilitar el siguiente pontificado, dado que los años que tiene en Barcelona no parecen muchos. Setenta años para la Iglesia es la edad para el cambio, para la renovación. Abundantes ejemplos tenemos.

Enhorabuena a los files de la Iglesia en Barcelona y enhorabuena a toda la Iglesia en España por un nombramiento que tendrá, incluso, sus efectos en las próximas elecciones en la Conferencia Episcopal. Al tiempo.

 

José Francisco Serrano Oceja

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