No nos vaya a pasar como en Irlanda

Rino Fisichella.
Rino Fisichella.

El pasado 25 de abril, monseñor Rino Fisichella, pro-prefecto de la sección de cuestiones fundamentales del Dicasterio para la Evangelización, es decir que como el Papa es el Prefecto, el que viene después, estuvo en Irlanda para pronunciar una conferencia titulada “Evangelización y jóvenes”.

Según las informaciones periodísticas, monseñor Fisichella hizo afirmaciones muy interesantes en su conferencia. Y las hizo en un encuentro sobre las vocaciones.

Pero lo que más me ha llamado la atención es el contexto en el que se produjo esa conferencia. Los obispos irlandeses han decretado un Año sobre el sacerdocio, con una serie de iniciativas extraordinarias, entre ellas un Año de oración por las vocaciones.

¿Por qué? porque los datos son… lo que son. Aquí los tienen: Irlanda tiene 5,3 millones de habitantes. De estos, el 78,20% son católicos. Cuenta con 4 provincias eclesiásticas y con 26 diócesis. Y 20 seminaristas sumados los de todas las diócesis.

A lo largo del Simposio, un sacerdote dedicado a la pastoral vocacional sacerdotal dijo cosas tan interesantes como que “estamos tan inmersos en la ideología que nos hemos pasado todos estos años diciendo que lo importante no son los números sino la calidad. ¿El resultado? No tenemos ni números ni calidades. El orgullo es una mala enfermedad”.

El arzobispo Derry Donal McKeown informó que el modelo de Iglesia del pasado estaba “excesivamente clericalizado”. Totalmente de acuerdo. Pero en ese modelo, ¿había, o no, vocaciones al sacerdocio? ¿Qué tipo de vocaciones eran? ¿El problema de es modelo era la “clericalización” o había otros problemas? ¿Acaso ese modelo no hablaba de algo más que de la clericalización?

Sí, ya sé que en Irlanda la pederastia clerical ha hecho estragos. El sacerdocio tiene mala imagen, o si quieren que edulcore la afirmación, no tiene buena imagen. Tampoco creo que favorezca a esta situación el estar todo el día o con el látigo, señalando las debilidades o carencias de los sacerdotes, o fustigándonos.

Al fin y al cabo la respuesta vocacional, y en gran medida la pregunta, depende en gran medida de un proceso de “ilusionamiento”. Ilusionar con la vocación es clave para la generosidad que se pide y que se da.

He leído en estos días pasados que monseñor Luis Argüello tuvo unas declaraciones, en la semana de la Plenaria, sobre esta cuestión. Sin duda que las vocaciones sacerdotales son una prioridad también aquí en España. Hay que alegrarse de que los obispos españoles, sin especificar, sean sensibles a esta cuestión. Y se pongan manos a la obra.  

 

Un último dato que dejo así, a vuela pluma. En el reciente libro sobre Hakuna, del que tendrán la próxima semana cumplida cuenta, leo el número de seminaristas de esa realidad eclesial en el Seminario de Madrid. Me parece altísimo. Y también leo el tanto por ciento de seminaristas procedentes de movimientos y realidades de Iglesia en ese mismo Seminario. Y lo mismo. ¿Por qué será?

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