Necesitamos a monseñor Fernando Sebastián

El papa Francisco y monseñor Fernando Sebastián en una imagen de archivo.
El papa Francisco y monseñor Fernando Sebastián en una imagen de archivo.

Por casualidad, revolviendo papeles este fin de semana, me encontré con un texto de fecha 10 de diciembre de 2006, de monseñor Fernando Sebastián Aguilar, titulado “Lectura crítica del Manifiesto del PSOE. Constitución, laicidad y Educación para la Ciudadanía, de 4 de diciembre de 2006”.

Tranquilos que no voy a hacer historia contrafáctica y a construir un relato de ficción, imaginando qué haría y qué diría monseñor Fernando Sebastián Aguilar sobre la actual situación de España. Ni se me ocurre utilizar el pensamiento de don Fernando.

De lo que sí estoy seguro es que quien terminara su trayectoria episcopal como arzobispo de Pamplona hubiera afrontado con rigor y serenidad la actual situación de España.

Formaba parte de esa generación episcopal que contribuyó decisivamente a articular la relación entre catolicismo y forma política en el período de la Transición.

 Y lo hubiera hecho con las ideas claras, con el juicio certero y con la valentía, no sé si escribir “parresía”, que merece la actual circunstancia histórica.

Ya sé que puede que hay quien piense que aún viven otros protagonistas eclesiales de entonces que, desde el punto de vista del perfil intelectual, son capaces de afrontar el hoy. Pero su aceptación pública, incluso eclesial, no es la misma. Don Fernando aglutinaba consensos episcopales y era capaz de construir un relato que generaba acuerdos.

No hace falta que haga referencia a los momentos de nuestra historia en los que don Fernando afrontó cuestiones decisivas. Por ejemplo ante el terrorismo, ante la asignatura de Educación para la Ciudadanía, o ante las mutaciones de los actores políticos que firmaron el pacto constitucional, principalmente del PSOE.

La historia es la que es y nuestro tiempo es el que vivimos. Nosotros somos nuestro tiempo, que diría san Agustín. Y a cada momento de la historia le bastan sus retos e interpelaciones a la conciencia cristiana.

Este recuerdo agradecido a don Fernando no significa tampoco que no haya obispos españoles que no puedan hacer ese proceso de lectura teológica y cristiana de nuestra historia. Los hay. Me atrevería a citar algún nombre, pero no lo voy a hacer para que no se utilice a posteriori. Quizá estas letras sean una invitación a que quién lo pueda hacer, que lo haga.

 

Este ejercicio de memoria es una afirmación de la necesidad de un discernimiento crítico del presente.  Mutatis mutandi, don Fernando concluía el trabajo citado afirmando que es “un texto, además, que, con apariencias laudatorias desplaza el valor y el verdadero sentido de la Constitución”.

Pues eso.

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