La narrativa del Papa Francisco

La cuestión del relato es clave en la postmodernidad. Y lo es también en la forma de una sociedad de la comunicación que, siendo autorreferente en los medios, remite a una realidad que está fuera de ella. Hablar de relato, y de narración, es hablar de sentido, aunque esta afirmación levantaría ampollas en más de un dialéctico del universo de lo micro. Si los padres de la posmodernidad habían deslegitimado el pensamiento cristiano por ser un macro-relato, ahora el Papa Francisco ha recuperado el relato con una personal narración y con la forma de lo micro. Cuando llegue el magisterio de lo macro, entraremos en otra dimensión del pontificado. Al tiempo.

Si hablamos de relato, nos estamos refiriendo a un término, inicialmente literario, sinónimo de narración. En la teoría política y social, un dirigente tiene relato cuando es capaz de articular sus ideas y hacer que éstas sean percibidas como tal. Cuando hablamos de relato estamos hablando de sentido. Sin relato, por tanto, no hay paraíso. Un relato, y un líder con relato, son poética y retórica al mismo tiempo.

Los técnicos de la comunicación nos ofrecerían las siguientes características de un líder social con relato: comunicación abierta, de cercanía, de coordinación del mensaje, de sinceridad, de novedad en los portavoces, de valentía y de capacidad de rectificación, entre otras.

Una comunicación abierta es aquella en la que la percepción de lo que se hace es más importante que lo que se hace en sí. ¿Acaso no estará ocurriendo esto con estos primeros compases del pontificado del Papa Francisco? La novedad que representa esta forma personal, coherente, de absoluta cercanía, del Papa Francisco, está generando una corriente positiva de expectativas, que son claves para crear una atmósfera adecuada para la recepción del relato. Sin embargo, el Papa Francisco con su forma de micromagisterio, y con el hecho mismo de la continuidad de su palabra –las homilías diarias en Santa Marta- esta convirtiendo el relato en vida y está consiguiendo que la percepción de lo que hace y dice se identifique con lo que hace, y lo que hace remita a lo que dice. El Papa Francisco es, en sí, relato de Evangelio y narrativa para toda la Iglesia.

Es, en este sentido, dónde hay que plantearse la cuestión de si el Papa Francisco necesita intérpretes, hermeneutas, más allá de sí mismo, de lo que dice y de lo que hace. Las recientes declaraciones del Sustituto de la Secretaría de Estado, monseñor Becciu apuntan, también, en esta línea. Quizá haya que leer antes los libros del Papa Francisco que los libros sobre el Papa Francisco.

Invito al lector a un experiencia que entra dentro de la lógica del momento. La continuidad del Espíritu en la Iglesia ha alentado que a un Papa que se caracterizaba por una prolusión de textos escritos, por una amplia bibliografía precedente a su elección, le suceda un Papa cuyo corpus escrito se está construyendo ahora sobre sus textos pastorales, homiléticos, principalmente. Por tanto estamos ante un pontificado que se descubre como un continente fascinante, atractivo, y que nos remite a la personalización de la vida cristiana, una especie de singular acompañamiento de la vida interior del pueblo cristiano. Al Papa Francisco hay que leerle muy detenidamente, con detalle, para que la amplitud y efectividad de su discurso no se descontextualice. Los intérpretes tienen siempre la tendencia a diseccionar y fragmentar y, por el mismo hecho de la interpretación, a dar relevancia a ideas, expresiones, temas, desde unos criterios no siempre explicitados. Un ejemplo: la referencia constante del Papa, en los primeros textos, al diablo. Otro. En el reciente discurso a la Asamblea Plenaria de la Unión Internacional de Superioras Generales, el titular de la prensa circulaba en torno a la expresión de que la consagrada debe "ser madre " y no solterona, una forma genial por su grafismo de experiencia. En el texto hay auténticas piezas magistrales de la personalidad del Papa que han pasado inadvertidas. La referencia al sentir con la Iglesia, ignaciano, o a la formación de las jóvenes en la "sana doctrina de la Iglesia, según el amor a la Iglesia y al espíritu eclesial", no tienen desperdicio.

El Pontificado del Papa Francisco está representando una novedad permanente. Pero como estamos en un mundo en el que las interpretaciones tienden a fagocitar a los hechos, el ejercicio de comprensión del sentido de la novedad del Papa Francisco debe partir no de las interpretaciones, ni de los intérpretes, no de la hermenéutica como método primero y principal, sino de los hechos. Lo que hace y dice el Papa, en estricta coherencia, no tiene desperdicio. Y así, la coherencia se convierte en uno de los criterios preferentes. ¿No hay acaso demasiados intérpretes, y no hay demasiada autoridad de interpretación añadida, a lo que hace, y a lo que no hace, el Papa Francisco?

Volvamos pues, siguiendo el grito de Husserl, a los hechos mismos. Vayamos al Papa mismo. Este es el camino de la fenomenología también teológica y eclesial. La novedad y la trasparencia de Evangelio, la autenticidad del Papa Francisco, en su contenido y en sus formas, en los géneros de la expresión, que son géneros de traducción y actualización del Evangelio, son de por sí mismas interpretativas del Evangelio y de la Iglesia.

José Francisco Serrano Ocejajfsoc@ono.com

 
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