Algo se mueve… muy rápido

El tablero de Ajedrez, en vísperas de la primera Asamblea Plenaria de la Conferencia Episcopal de la era postRouco, parece, para la velocidad a la que nos tiene acostumbrada la Iglesia, una autovía esperemos que no de peaje.

El pontificado del Papa Francisco se deja sentir “en la cabeza y en los miembros”, como anunciaba la famosa sentencia referida a la reforma de la Iglesia.

            En este primer capítulo hay que mirar hacia el noreste de Madrid, sin tortícolis. Comenzaron las jugadas, en las que el Nuncio monseñor Fratini ve recompensado su trabajo silencioso, con el nombramiento del obispo de Logroño, para abreviar, monseñor Juan José Omella, como miembro de la Congregación de Obispos. Una designación que apuntaba a un futuro inmediato y que le colocaba en el centro de atención para posibles sedes, no descartada incluso la de Barcelona, dado que monseñor Omella es catalanoparlante.

La designación de monseñor Omella no habrá disgustado al cardenal Oscar Andrés Rodríguez Madariaga, con quien ha trabajado durante muchos años en Cáritas Internacional. Y tampoco a monseñor Elías Yanes, arzobispo emérito de Zaragoza, que fuera durante muchos años presidente de la Conferencia Episcopal, una personalidad clave en estos primeros desplazamientos de fichas, de quien don Juan José fue su obispo auxiliar. 

            La sorpresa vino con la renuncia, por motivos de salud, del arzobispo de Zaragoza, con lo que se está trazando un diámetro de influencia por el noreste de España. Sorprende el hecho de la renuncia de monseñor Ureña por los confesados motivos, para sorpresa incluso de la Conferencia Episcopal, cuando en España hay varios obispos que no parece gozan de buena salud desde hace años.  La vacante de Zaragoza, y el apunte de que será un sede para la que se designará titular en breve, nos coloca en el radio de acción del segundo círculo virtuoso, el de Madrid. Una vacante que puede incluso facilitar alguna curiosa carambola.

            Don Carlos Osoro, con la libertad que le caracteriza, se está ganando los corazones de los fieles y está trabajando sin horas de descanso. Lo que no se puede negar es el peso del arzobispo de Madrid, entre otros motivos demostrada por la celeridad con la que se han agilizado los trámites para que uno de los clásicos y queridos auxiliares de Madrid, monseñor César Franco, vaya a Segovia. Madrid es Madrid, es mucho Madrid; y don Carlos está ganando peso eclesial indiscutible.  

            Una prueba de ese ejercicio de libertad de su ministerio episcopal ha pasado inadvertida. Quizá solo apuntada por una breve nota de prensa. Fue la visita por sorpresa que, en la tarde de la jornada inaugural, hizo a la Asamblea Plenaria de los Religiosos Españoles. Reseñada del siguiente tenor en el texto comunicado: “Ha querido saludar a los Superiores y Superioras Mayores y se ha ofrecido a trabajar codo con codo con los religiosos y religiosas para servir a la Iglesia y a su misión. En sus palabras ha querido mostrar su aliento y su empuje a las Congregaciones Religiosas en su tarea evangelizadora”.

            ¿Cuál será el siguiente movimiento?¿Seguiremos mirando al norte de España? ¿O tendremos que mirar al sur? ¿O a Roma, dado que algunos destacados españoles de la Curia están preparando las maletas para venirse? ¿Le tocará el turno a los auxiliares ya solicitados?  

            El tiempo, y el Papa, nos dirán. Ahí estaremos para no perdernos detalles.

 
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