Moral Política, de la Conferencia Episcopal

Juan Antonio Martínez Camino.
Juan Antonio Martínez Camino.

Me he echado estos días al coleto, simbólicamente claro, un libro que en su día publicó monseñor Juan Antonio Martínez Camino cuando era Secretario General de la Conferencia Episcopal.

Se trata de “Moral Política. Magisterio de la Conferencia Episcopal Española 1972-2002”, de la editorial de la Casa. 

No es ciertamente la más divertida de las lecturas dado que se trata de un vademécum de documentos de los obispos españoles sobre moral política.

Quizá ha sido la forma de imaginarme cómo los obispos españoles participan en la agitada conversación nacional de este tiempo.

Y digo participan, por no decir pudieran o debieran. Entiendo que estamos en un momento crítico de nuestra democracia, aunque tengo la impresión de que llevamos varios meses, incluso años, de estado crítico de la política española.

Un dato. Desde 2015, en sólo ocho años, se han producido cinco procesos electorales nacionales, y vamos a por el sexto, aunque sea en enero (día 14 aproximadamente) de 2024. 

Cuando estos días pasados he visto como se iban desgranando intervenciones de destacados políticos históricos, principalmente del Partido Socialista, me he preguntado si los obispos no tenían que decir nada sobre los procesos subyacentes de mutación constitucional, por ejemplo, o sobre el debilitamiento de las bases constituyentes.

Es cierto que algunos, a título personal, han hablado. Y de entre los que han hablado, que suelen ser casi siempre los mismos, ha habido a quien le ha caído la del pulpo. No sé si tanto por lo que dice como por cómo lo dice, porque saber cómo dice lo que dice no se lo puede negar nadie.

Que conste que puedo estar más o menos de acuerdo con lo que este arzobispo dice. Incluso si no estuviera de acuerdo, en estos momentos de nuestra sociedad, de las tendencias y prácticas de cancelación, defendería su libertad de palabra pública.

 

Determinados mecanismos de campañas, que también pretenden amordazar por la vía de la reacción tempetuosa, lo que me provoca es una natural reacción de salida en defensa de la víctima de la campaña.

A lo que vamos, el citado libro arranca con “La Iglesia y la comunidad política”, de 1972 –en tiempos del franquismo agonizante-, y concluye con “Valoración moral del terrorismo”, de 2002.

Indudablemente habría que hacer una edición ampliada, que llegara por lo menos a “El Dios fiel mantiene siempre su alianza” (2023), ésa herencia que nos dejó monseñor Luis Argüello.

Hay dos aspectos que me han servido para la lectura. El primero, la continuidad de criterios a la hora de un discernimiento moral sobre la evolución de la democracia. Una continuidad anclada en la Doctrina Social de la Iglesia, con algunos principios evidentes.

También he pretendido desentrañar en qué sentido ha habido una evolución. ¿La sensación de silencio actual sobre esos criterios recurrentes implica la derogación de los mismos?

Me interesan especialmente los documentos de los primeros tiempos de la democracia, en los que en el episcopado español había un debate de ideas sobre moral política en el que algunos obispos, diríamos, tenían una especial sensibilidad, manifiesta sensibilidad, por la izquierda, la de aquella época, que no es la misma que la de ésta.

No vaya a ser que con el nuevo cambio episcopal español volvamos a ser testigos de algo parecido. La historia que siempre amenaza con volver, que no con repetirse.

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