Un modelo adecuado de enseñanza religiosa

Los responsables de la política educativa saben que esta cuestión es una de las asignaturas pendientes de la democracia española. Y también palpan que su electorado apoyaría sin fisuras una adecuada legislación de la enseñanza de la religión que tuviera en cuenta a la plural sociedad española. Con el ruido mediático y el despropósito, la algarabía, y la cerrazón de la izquierda más radical, y de la menos radical si es que existiera, cuentan. Nada mejor que las vacaciones de Navidad, o la introducción coincidente de otras modificaciones legislativas, para que se aborde esta cuestión.

Además, es hora de rescatar un modelo satisfactorio, que contaba, entones, con el apoyo meritorio de los socialistas en la oposición. Cuando se negoció esa fórmula, las reuniones que mantuvieron representantes de titulares de centros y de padres católicos con los socialistas, así lo mostraron. Se trata de la propuesta de la introducción de un área de conocimiento, materia, denominado "Sociedad, cultura y religión", que da respuesta, además, a lo que han sentenciado, a lo largo de la historia inmediata, los diversos tribunales de justicia respecto a la naturaleza y exigencias de la asignatura de religión en la escuela. Un área con dos opciones de desarrollo: una no confesional y otra confesional. Los alumnos elegirán una u otra. La opción confesional de esa materia es la que, dentro del ámbito escolar, da cabida la enseñanza religiosa confesional, católica o de otras confesiones. Un área que parte de un supuesto constitucional más amplio.

Como señaló, en su momento, el experto en educación, Teófilo González Vila, a propósito de esa propuesta de "Sociedad, cultura y valores", "asegura a todos los alumnos el acceso al conocimiento del hecho religioso, de sus manifestaciones, repercusiones e implicaciones sociales y culturales, históricas y actuales, ya que sin ese conocimiento quedarían privados de elementos fundamentales para su formación cultural, para su formación integral, para el pleno desarrollo, en suma, de su personalidad. Es, pues, preciso, proporcionar a todos los alumnos esas enseñanzas que ahora se implantan con carácter general bajo el rótulo de Sociedad, Cultura y Religión. Tales enseñanzas, por tanto, según el nuevo supuesto, han de estar presentes en el currículo por su propio valor intrínseco, autónomo, esto es, han de implantarse entre las enseñanzas de régimen general, aunque no hubiera que incluir entre ellas a las determinadas por una perspectiva confesional; aunque no se dieran las exigencias constitucionales ni los Acuerdos suscritos por el Estado a los que antes respondía la obligada oferta de la Religión en los centros escolares y, ahora, la opción confesional dentro de esta materia común Sociedad, Cultura y Religión".

Es cuestión de tiempo.

José Francisco Serrano Ocejajfsoc@ono.com

 
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