El ministro Catalá y Hans Kung

Anduvo el ministro de Justicia, Rafael Catalá, en las segundas Jornadas de Diálogo Interreligioso patrocinadas por la Fundación Evsen, del multimillonario turco Ali Evsen, quien, por cierto, regaló a los asistentes un libro, su particular “Historia de la humanidad”, que más que una historia de lo humano es sobre el sentido de lo humano, el testimonio de un verdadero creyente.

Y digo que el ministro de Justicia español no estuvo solo, al menos en las citas que adornaron su discurso. Y esta fue la sorpresa. Rafael Catalá hizo afirmaciones, entre algo más que líneas, muy interesantes, como la de que ninguna de las partes firmantes de los Acuerdos con las Confesiones de notable arraigo ha pedido la reforma de los Acuerdos –mensaje a la izquierda española-; o una defensa del artículo 16 de nuestra Constitución; o una loa a la contribución de las confesiones religiosas a la concordia pública, que no tenía desperdicio.

Sin embargo, lo que sorprendió a propios y a extraños fueron algunos de los referentes intelectuales, o compañeros de discurso, que eligió el ministro.

La cita a Tocqueville tenía un pase, sin duda, dentro de la tradición liberal y de la conformación democrática del Estado. Cada vez necesitamos más a Tocqueville por estos predios.

Pero lo llamativo fue el empeño, no una, un par de veces, en citar al teólogo Hans Kung como referente mundial de la propuesta ética del diálogo interreligioso. Podría haber citado a algún exponente de la  más moderna escuela francesa de fenomenología de la religión, Debray, por ejemplo, pero no lo hizo.

Bueno, pues ya que el ministro de Justicia español se refirió a Kung, se entiende que podamos debatir los presupuestos sobre los que articula el teólogo suizo-alemán su propuesta. Por cierto, bien financiada por algunas fundaciones, -que hay que decirlo todo-, algo que hace el mismo autor en uno de los últimos volúmenes de su autobiografía.

El ministro de Justicia, quien, por cierto, se sumó a las tesis historiográfica de Américo Castro y no a las de Sánchez Albornoz en la parte histórica de su intervención, se refirió al diálogo mundial de las religiones desde un ethos común, quizá sin plantear previamente la relación entre el ethos y el logos. 

Para entendernos, señor ministro. La cuestión del ethos es algo muy urgente en el orden del día de nuestro tiempo. Pero para aclarar el sentido completo de este concepto base del diálogo, habría que profundizar previamente en el logos, lo que nos permite una más adecuada comprensión de la naturaleza de lo religioso. Si no, la religión acabaría siendo solo ethos, ética, y no logos, razón de sentido.

La fe en el logos, la palabra en el principio, entiende el ethos como responsabilidad, pero como una respuesta a la palabra que le otorga tanto su racionalidad como su orientación esencial. Esto tiene que ver con la misión de buscar una responsable comprensión común con toda la razón que se interroga honradamente y con las grandes tradiciones religiosas de la humanidad.

 

Para que nos entendamos. Según el pensamiento de Joseph Ratzinger –que aclara mejor esta relación entre ethos y logos en perspectiva de diálogo interreligioso que Hans Kung-, “la filosofía sirve a la demostración de que a la fe cristiana le corresponde una verdad de carácter universal y común en la medida en que lo que coincide con la razón universal, común del hombre, puede, legítimamente, reclamar asimismo ser una verdad común, universal”. 


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