La liturgia y el patio de recreo

Un momento de la liturgia.
Un momento de la liturgia.

    Llevo varias semanas pensando en escribir una columna sobre la liturgia. Voy a aprovechar que los obispos de Nigeria han escrito una contundente carta a los sacerdotes de ese país sobre los abusos litúrgicos para ponerme a ello. Brevemente. 

    Quizá el primer motivo de este descargo de conciencia es una pregunta que dejo el aire. 

¿Me he perdido yo alguna noticia sobre nuevo documento del Dicasterio del Culto Divino que diga que no hace falta ya utilizar la casulla o el personal ha decidido que, como hace mucho calor, supongo, no pasa nada por prescindir de la casulla? 

Al menos podrían limpiar las albas que se utilizan en sustitución de la casulla.    

    Lo digo porque en determinadas iglesias, no sólo en Madrid, en Santander, en Valladolid, en Barbastro, en Bilbao…, he asistido a la celebración eucarística con sacerdotes que salían al altar con alba, sin cíngulo y con estola, que es como salir con ropa pret a porter, con lo estética que es la alta costura. 

    Que sí, que ya sé que esto no afecta a la sustancia del sacramento, ni mucho menos a la validez, que la casulla es una vestimenta producto de la historia, que las escuelas litúrgicas difieren sobre su valor, que es sólo un símbolo… 

    La casulla no es la casulla. Es lo que acompaña o subyace a la casulla. Pongo la casulla como ejemplo o dato de hecho, pero lo determinante es la actitud respecto a lo ritual. Un actitud que convierte, en no pocas ocasiones, al sacerdote en el centro de la función, cuando no lo es. 

El sacerdote es ministro, actúa “in persona Christi”. También preside, si se me permite, pero su presidencia es delegada. Su presencia, su elocuencia, su gestualidad, trasciende a sí mismo y remite a otra presencia en la que se configura. 

    Lo que tengo comprobado es que no es sólo que el sacerdote lleve o no lleve casulla. Hay cierta tendencia entre que quienes no la llevaban a una especie de verborrea de creatividad litúrgica, cercana a lo que dicen los obispos Nigerianos cuando señalan que “la liturgia no es un patio de recreo privado para la innovación personal. No es una plataforma para la autoexpresión del celebrante. Es un encargo sagrado, transmitido por la Iglesia, que debe celebrarse según las normas y tradiciones establecidas”.

 

    La celebración de la eucaristía es la celebración de la Iglesia toda, no de tal o cual parroquia. No niego que sea importante la idiosincrasia de cada comunidad, lo que afirmo es que en ese acto litúrgico nos topamos con la expresión del todo, de lo común, de lo histórico que remite a lo que trasciende la historia, el tiempo y el espacio, la presencia del Señor que rompe con los límites de lo particular. 

    Por eso es expresión de humildad y de humanidad, también a la hora de respetar las formas, iba a decir las reglas del juego sagrado, en la dinámica de la teoría antropológica de los juegos.   

    Que personalmente le doy quizá mucho valor a la liturgia de la Iglesia, es cierto. Deformación se llama. Que ahora hay quienes en la Iglesia parece que no le dan valor a la liturgia y le dan más valor, en el conjunto de su vida, a  otras acciones o actuaciones, también. Que lo que me preocupa es la teología subyacente a ese fenómeno, sin duda. Que por algo se publicó “Desiderio desideravi”, está claro. 

    Dicen los obispos Nigerianos, después de enumerar una serie de desviaciones litúrgicas: “Tales acciones no son meros errores de juicio; son violaciones del orden sagrado y deben ser tratadas como tales. Recordamos a nuestros sacerdotes que el altar no es un escenario para el teatro, ni la liturgia un lugar para la novedad. La Iglesia nos ha dado directrices claras sobre cómo debe celebrarse la liturgia, y éstas deben seguirse sin excepción. La fidelidad a las leyes de la Iglesia no es opcional, sino obligatoria. Los fieles no merecen otra cosa que la celebración verdadera y reverente de los misterios de nuestra fe”.

    Lo dicho. Ahora sólo espero que no haya sacerdotes que, cuando me vean en misa, utilicen esta columna para replicar su contenido en la homilía…  Que sí, que cuando se me ocurrió reivindicar la comunión en la boca, hubo quien lo hizo. 

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