Jesús Polanco, Ridao y la indigestión con la Iglesia

Libros.
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Como las nubes se empeñan en permanecer en el horizonte de este verano norteño, la lectura sobre diversos aspectos de la realidad social, política, cultural y eclesial, avanza a un ritmo trepidante.

Voy a referirme brevemente a dos novedades editoriales en lo que contienen de interpelaciones a la Iglesia y a la conciencia cristiana del presente. Aunque el envite más de fondo se encuentre en el libro de José María Ridao, “República encantada. Tradición, tolerancia y liberalismo en España”, lo que me ha llamado más la atención es lo que dice “Jesús del Gran Poder”, Jesús Polanco, sobre la Iglesia, en su conversación con Juan Cruz, recopilada y glosada, y aumentada, en el libro “Ciudadano Polanco. Los hechos de una vida”, del citado Cruz. 

Ridao, espejo de liberales, escribe algo más, o mucho más, que una historia de España. De entre sus varias tesis, sostiene y repite que la confusión entre etnia y credo, entre credo y territorio, es decir, la unión del poder con el credo católico en España, Iglesia y política, ha producido, y está produciendo, efectos perniciosos para la vida española.

En varios momentos de nuestra historia, “la falta de legitimidad de un poder impuesto por las armas se trató se subsanar recurriendo al catolicismo”. Entre otros efectos, estamos, según este autor, en la dificultad del nacimiento de una tradición liberal auténtica frente al relato tradicionalista que une España y el catolicismo.

Al margen de su penosa experiencia en un colegio de religiosos, hace afirmaciones como la siguiente: “Al reponerme de la sorpresa, percibí que, a diferencia de  que yo mismo había experimentado con el paso de los años, para esa España identificada con la Iglesia, lo mismo que para esa Iglesia que se sabe inseparable del poder, los acontecimientos del pasado no prescriben, ni siquiera los más intrascendentes y triviales”.

Tengo que confesar que Ridao me ha hecho regresar a mi admirado don Marcelino Menéndez y Pelayo, a quien también cita profusamente. Quizá de la carta de don Marcelino a Alejandro Pidal y Mon, “In dubiis libertas”, con la que el polígrafo montañés respondería a Ridao sobradamente, hablemos en otro momento.

Pero la sorpresa de la consecuencia explícita de algunos presupuestos que asienta Ridao está en lo que, en 2003, le confiesa Jesús Polanco a Juan Cruz. En un momento de una conversación que iba a ser destinada a un libro de memorias, o algo así, Polanco, el hombre de PRISA, de El País, de la SER…, le dice:

“Con Adolfo Suárez he hablado mucho. Ése era el sistema que seguía para convencerme: hablar. Hablaba de los problemas con los militares, de los problemas con los poderes económicos, con los que Adolfo no se llevó bien, de los problemas con la Iglesia, que siguen estando ahí… Ahí están aún los problemas de la Iglesia y los problemas territoriales, con las tensiones que producen y que son los problemas fundamentales que padece la política interior española”.

            ¿La Iglesia es un problema fundamental de la política interior española? ¿Al nivel del territorial? No tengo a mano la biografía de Polanco de Mercedes Cabrera para confirmar, si es que se puede, las relaciones de Polanco con don Maximino Romero de Lema, que fue quien le introdujo en algunos importantes círculos culturales y editoriales madrileños.

 

Más allá de la relación, a la que se hace referencia en el libro, de Polanco con el escolapio Alberto Iniesta, y del fuero interno, lo que sorprende es su percepción del papel de la Iglesia en la España contemporánea. ¿Influyó su idea en el tratamiento de la Iglesia que ofrecieron y ofrecen sus medios? ¿O fue al revés?

Aparece también en el citado libro el famoso último discurso de Polanco en la Junta General de Accionistas, en el que dijo: “Yo opino que si pudiéramos nosotros, el Grupo PRISA, colaborar para que en España hubiera un partido de derechas moderno, laico, con ganas de conservar lo que hay que conservar ¡, y trasformar lo que hay que trasformar, lo apoyaríamos”.

Y esta es la cuestión de fondo relacionada con la ausencia de una respuesta intelectual adecuada a esa narrativa que sostiene que la cuestión religiosa sigue siendo uno de los problemas enquistados en el imaginario y en realidad social de España, y que la Iglesia es un problema de política interior.

¿Por qué determinados sectores culturales, empresariales, políticos no parecen entender la naturaleza y la historia de la Iglesia en España?

                                               José Francisco Serrano Oceja

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