Hombres y mujeres de Navidad

Isabel Diaz Ayuso inaugura el Belén de Navidad en la Real Casa de Correos, en Sol.
Isabel Diaz Ayuso inaugura el Belén de Navidad en la Real Casa de Correos, en Sol.

No hace muchos días leí una frase que me llamó la atención. Decía: “Se tiene la fe del hombre que se es”. 

En no pocas ocasiones me he preguntado qué fe tengo. Incluso he podido preguntarme sobre tal o cual persona, sobre tal cristiano, sacerdote, obispo, incluso cardenal, qué fe tiene, qué fe profesa, qué fe vive. Que es como decir qué persona es. No eran cuestiones sólo atribuidas a personas de la historia. En los tiempos de confusión en los que vivimos, imagínense. 

La advertencia de san Pablo a Tito (1, 16) debe estar siempre presente en nuestra conciencia de cristianos: “Alardean de conocer a Dios, pero con las obras niegan, abominables, rebeldes e incapaces de toda obra buena”. 

También sumo la siguiente referencia, en esta caso de la primera a Timoteo (6, 20-21): “Evita las vanidades impías y las contradicciones de la falsa ciencia, que algunos profesan extraviándose de la fe”. 

Al final, cada uno, si nos preguntamos por nuestra identidad, somos quienes somos como fruto de experiencias que hemos hecho y de las esperanzas que hemos alentado. 

Como decía Atenágoras, el apologista, “para saber de Dios hay que aprender de Dios”. En estos días de Navidad, intentemos por tanto saber de Dios que se hace Niño, de su Madre Santísima, de su bendito padre José, de los pastores, incluso del mensaje de los ángeles.  

Hay muchas lecciones de Dios en la Navidad. Una de ellas, que por cierto aprendieron bien los primeros cristianos, fue la de la pretensión de verdad. 

El cristianismo no comienza a ser en la historia como una bella historia, narrativa, relato, en el que un Niño, que nace pobre, en un pesebre, es adorado por unos sabios magos y alimentado por unos pastores. 

El cristianismo es la realidad de una historia de vida, la de Dios que se hace hombre, para que el hombre pueda encontrase con Dios. La de la verdad sobre el hombre que se expresa con la caridad de Dios. 

 

Es la lección de la pretensión de verdad a la luz de Belén por parte del cristianismo la que me parece una urgencia. Una propuesta a la que nuestro recordado Benedicto XVI le había dedicado mucho tiempo. 

Recordemos lo que escribiera en su autobiografía: 

“He de decir que, a lo largo de mis décadas de actividad docente como catedrático, sentí con mucha fuerza dentro de mí la crisis de la reivindicación de la verdad. Temía que la forma en que manejamos el concepto de verdad en el cristianismo fuese arrogancia, incluso falta de respeto hacia los otros. La pregunta era: ¿hasta qué punto necesitamos eso todavía?

He analizado con mucho detenimiento esta pregunta. Finalmente logré comprender que renunciar al concepto de verdad significa renunciar precisamente a sus fundamentos. […]

El cristianismo aparece con la pretensión de decirnos algo sobre Dios, sobre el mundo y sobre nosotros mismos; algo que es verdad y que nos ilumina. Por ello llegué a la conclusión de que precisamente en la crisis de nuestra época, que nos suministra un cúmulo de datos científicos pero nos empuja al subjetivismo en las auténticas cuestiones referidas al ser humano, necesitamos de nuevo buscar la verdad y también el valor para admitirla”.

 El cristianismo podrá ser una referencia ética o moral, podrá ser un siempre nuevo humanismo. Si no es esa instancia de propuesta de verdad para el hombre y la mujer de hoy nos hemos alejado de Belén. Convendría que no ocurriera. 

Comentarios