Hablar, sin obsesionarse, sobre ideología de género

Cardenal Anders Arborelius.
Cardenal Anders Arborelius.

Hace días pensé en escribir un artículo sobre por qué el papa, cuyas insistencias doctrinales y discursivas ya conocemos, dijo lo que dijo sobre la ideología de género en su reciente viaje a Hungría. Resulta que, en cierta medida, Franca Giansoldati ha hecho lo mismo en Il Messaggero.

Dicho lo cual, sigo con la idea de escribir sobre esta cuestión, ahora también en diálogo con Giansoldati.

Tengo que aclarar en primer lugar que escribir sobre la ideología de género no significar estar obsesionado con esta cuestión. Entiendo que hay sectores en la Iglesia que utilizan este argumento para evitar, o aminorar, una reflexión pública al respecto.

La cuestión de la ideología de género, que es una de las derivadas principales de la cuestión antropológica, reto de la Doctrina Social de la Iglesia hoy, está marcando las políticas de identidad en Occidente y tiene relevantes consecuencias para la política y la vida del día a día.

Pongamos por caso la  Ley trans en España, incluso la Ley del sí es sí. Y en la Iglesia, determinadas reivindicaciones tanto en el Meta-Sínodo o, por concretar otro horizonte, en el Camino Sinodal alemán.

Esto no significa que éste sea el monotema del momento, ni que sea el único tema contra nada, ni contra nadie. Simplemente, en el proceso de discernimiento de la realidad, o en otras palabras, en el proceso de juicio tanto de conocimiento como moral sobre la realidad personal y social, esta cuestión es relevante y afecta al día a día de no pocas personas.

A mí, como profesor de Universidad me interpela día a día por razones evidentes y por algunas que no vienen al caso.

Vayamos al principio. La ideología de género parece que se ha asentado en Bruselas, es decir, en los centros de poder prescriptor de políticas públicas.

Hay una serie de cardenales y obispos europeos que recientemente han tenido intervenciones destacadas sobre esta cuestión, además de la ya citada del Papa en Hungría.

 

Por ejemplo el cardenal Anders Arborelius. En unas declaraciones recientes al Die Tagepost, una publicación alemana que hay que seguir, señaló que la naturaleza y la biología determinan los sexos de los individuos, y no tanto la cultura. “En el fondo, el ser humano sigue siendo siempre un ser humano, sea hombre o mujer. Dios nos quiso así”.“Aunque el hombre y la mujer elijan un género diferente, se quedan como están”, y agregó que “hay ideologías con las que -para la Iglesia- es muy difícil entrar en diálogo”.

También apuntó una dinámica social curiosa. Podemos expresar nuestra opinión, en la familia o en el trabajo. Pero si “el problema es más importante”, tenemos que afrontarlo fuera de tendencias a la polarización. La realidad exige una respuesta en la realidad.

Otro cardenal que ha hablado recientemente sobre esta cuestión es el de Utrecht, Willem Jacobus Eijk, que insiste en que la Iglesia católica tome conciencia de que la teoría del género no representa “sólo un problema social, una subversión del papel biológico de hombre y mujer”, sino una amenaza para la evangelización, porque cuestiona precisamente los conceptos de paternidad y procreación que están en la base “del anuncio de Dios en tres personas, Dios Padre, Cristo como hijo de Dios Padre, hecho hombre , y María como esposa del Espíritu Santo”.

Y en España, ¿quién habla de eso? Tenemos, sin duda, reciente, el documento “El Dios fiel mantiene su alianza” (DT 7,9), que se aprobó en la Asamblea Plenaria de noviembre de 2022.  

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