Hablar hoy de Dios y de la ciencia
Asistí el jueves pasado a la presentación a los medios del libro de Michel-Yves Bolloré y Olivier Bonnassies, “Dios. La ciencia. Las pruebas. El albor de una revolución” (Editorial Funambulista).
Un libro escrito por dos hombres de negocio, de formación científica, que se han lanzado a la nobilísima tarea de hablar de Dios.
La verdad es que por su forma de expresarse, por la manera de afrontar las dificultades que se les iban planteando, pensé que estaba ante dos representantes de una nueva forma apologética racional de hablar de Dios sin complejos. De poner a Dios en el centro del escenario sin las adherencias, iniciales, del discurso empalagoso sobre Dios.
Y digo racional por el hecho de que distinguían adecuadamente lo que es el conocimiento racional de Dios de la fe. Vamos, en la línea del Vaticano I de que la existencia de Dios se puede conocer por la sola razón.
Distinguían el saber de la existencia de alguien, o de algo, que es distinto de la adhesión fiducial, es decir, la confianza que ofreces a ese alguien o a ese algo. Yo sé que existe Macron, pero no le doy ni un ápice de mi confianza, llegaron a decir, como ejemplo.
Esto facilitaba el hecho de que la pregunta por Dios, y su respuesta, no se juegue en el terreno de la religión, ni de la Iglesia, sino en el de la razón, en el de la cultura.
En teoría, porque tarde o temprano aparecen esos ámbitos en el horizonte, aunque sólo sea para despejar las adherencias históricas.
El libro trata de las pruebas o argumentos racionales de la existencia de Dios. De la cuestión de la ciencia y Dios. Un libro con una pretensión expositiva de claridad, para que lo entiendan todas las personas a partir de los 14 años, -eso es lo que dijeron los autores-, con profusión de datos.
No es la única iniciativa al respecto que se haya editado últimamente. Podemos referirnos, por ejemplo, al libro de Stephen Meyer, “Return of the God Hypothesis: Three Scientific Discoveries That Reveal the Mind Behind the Universe”, en el ámbito anglosajón.
De la presentación destacaría el sentido común de los autores que han sabido dar forma a cómo hablar de Dios en foros laicos, de manera que se entienda lo que dicen, también con cierto tono interpelador, que produce en el interlocutor una notable curiosidad por lo que dice el libro.
Tengo que advertir que hace ya unas semanas le eché al libro un primer vistazo, ciertamente algo apresurado.
Me pareció una buena puesta en escena de una forma de hacer apologética racional de Dios. Pero cuando llegué a la segunda parte me puse un poco nervioso al ver que los autores traspasaban la línea de la filosofía y la ciencia y se adentraban en la de “las pruebas al margen de la ciencia”. Entiendo su propósito, pero referirse al pueblo judío, a la historicidad de Jesús o a Fátima, me parece recorrer demasiados kilómetros en poco tiempo.
De todos modos, este libro es una buena oportunidad para hablar de lo esencial. No sé por qué, o sí, cuando estaba en la presentación, me acordé de lo que dijo en una conferencia mi admirado J. Ratzinger el 27 de abril de 2005:
“En su conferencia de despedida de su cátedra en la universidad de Münster, el teólogo Juan Bautista Metz dijo cosas que nadie se imaginaba oír de sus labios. Antes había enseñado antropocentrismo: el verdadera acontecimiento del cristianismo sería el giro antropológico, la secularización, el descubrimiento de la secularidad del mundo. Luego enseñó teología política, la índole política de la fe; la «memoria peligrosa»; y, finalmente, la teología narrativa.
Después de este camino largo y difícil, hoy nos dice: el verdadero problema de nuestro tiempo es «la crisis de Dios», la ausencia de Dios, disfrazada de religiosidad vacía. La teología debe volver a ser realmente teo-logía, hablar de Dios y con Dios.
Metz tiene razón. Lo «único necesario» (unum necessarium) para el hombre es Dios. Todo cambia dependiendo de si Dios existe o no existe”.